viernes, 4 de abril de 2008

La noche es nuestra.


Un dramón de los buenos. Me refiero a La noche es nuestra (We own the night). La venganza es un plato que se sirve con vodka. Con mucho vodka. Año 88. un Brooklyn en ebullición drogota. Pesadilla con droga y pesadilla sin droga. La familia determina la vida, el futuro y la muerte. La defensa de tus intereses, de nuestros intereses. Los clubs donde se traficaba eran una barbaridad. Fluctuaciones de dolor. Entregas y desacuerdos. Todo cuenta. Las disculpas a posteriori no valen. Con muertos encima de la mesa no valen. Intrigas policiales y familiares, porque en la vida de los polis no son distintas. Es la misma existencia, la de mirar siempre hacia atrás, a ver quién te pisa los talones, a ver quien puede ser tu asesino. En la escoria no se puede confiar. Ni en la policía. La escoria utiliza siempre a su familia. A todos. Los parásitos de la sociedad. Sangran a los demás y deberían pudrirse en el maldito infierno. La existencia, la angustia, la muerte y todo lo demás.

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