En este julio asqueroso acabo de terminar de leer Fricción. 445 páginas de sueños de almas soñadas. Novela diésel, todo hay que decirlo. Altos, bajos y difíciles adelantamientos. Novela en la que el Lector, en primera persona masculino singular, es protagonista de un imaginario de personajes bastante heterogéneos. Una vez que uno entra en un cómic, no puede salir. Comienza con citas de Empédocles y Holderin, como quien entra en casa ajena y se encuentra una cocina llena de platos sucios. Comienza con la visión de la infidelidad. Siempre he dicho que la fidelidad es un truco de marketing, un truco para vender rosas, relojes y perfumes. Pero en fin, hay gente que cree en ella, y, encima, el mundo sigue girando. Hay muchos personajes, y, a veces, me he perdido un poco, e, incluso, he estado a punto de abandonar la narración. Por una lado la mujer infiel investiga la existencia del padre de su amante, un político del PNFM que ayudó en el final del reinado del PRI. Por otro, se narran las peripecias, andanzas y judiadas con pe que se hacen en los departamentos universitarios. Y todo eso, aderezado con la presencia de personajes que toman importancia como Empédocles, Popper o Pancho Villa, y citas recurrentes a personajes como Pitol, Rabelais, Kundera o Parménides. Todo eso mezclado con ese ambiente mexicano, con o sin jota, como tú quieras. Y no sólo defeño. Y embarazos de once meses. A la vez, el libro muestra una profunda reflexión filosófica e histórica, con unos antihéroes, héroes cansados de vegetar, de luchar contra un mundo con el que la derrota es la única alternativa. Ante todo, siempre quedarán imágenes de muertes divinas, de muertes heroicas, de muertes horrendas. Y de resurrecciones, y repulsiones, y de sectas marcadas por la coprofagía, y de la necesidad del haloperidol en un mundo de locos, y de la necesidad del mal, y de las creencias de las putas, y del deseo de salir de la mediocridad. En definitiva, estamos ante un autodenominado “libro virtual”, en el que hay una frase que debería estar impresa en esas camisetas en las que hoy sólo se leen mamarrachadas: “Para ser libre hay que tener equidad y educación”. El problema, nuestro problema, es que somos incapaces de salir de la mediocridad. En fin, que todo se repite, este historicismo, lo único que cambian son fotogramas de esta puta vida de mierda, lo único que cambian son las ilustraciones sonoras que cada uno de nosotros elegimos. Pues eso, que cada uno tiene la mierda que se merece. Y el problema es que hoy no tiene remordimientos ni el mismísimo Satanás. Pues eso, equidad y educación. Una muy buena novela. Y punto.
Pues pinta bien, sí.
ResponderEliminarSalva, sentirse mediocre es la prueba de que no se es, al menos no tanto. Y aunque así sea, es hora de aceptarnos, no sé. ¿Para cuándo el Día del Orgullo Mediocre?
¿Te imaginas? Gente taciturna desfilando por las calles, vestidos de Zara y Tex, con el Marca bajo el brazo o en su defecto oyendo reproductores mp4 Bluesky (nada de Ipods auténticos).
Saludos.
Lo has ilustrado con palabras. Y punto.
ResponderEliminar"...puede que la obra en su conjunto sea perfecta, no lo niego, más los detalles son imperfectos. Siempre hay algún problema en todas partes. En los hoteles, con el baño. Por ahorrar, uno no paga una habitación con baño propio, sim embargo al entrar en un cuarto de baño no soporto ver que alguien se ha bañado antes. No importa que hayan limpiado la bañera, simplemente no lo soporto, no."
ResponderEliminarEsta también es buena, según mi imperfecto entender!
Como siempre, la imperfección aparece, se me olvida lo más importante. "La extraña" Sándor Márai.
ResponderEliminarPrometo buscarla y leerla, señora Egea, ilustre profesora. Espero que vaya bien el verano, y que los Mathew's estén bien. "La extraña". Joder, tiene nombre de telenovela venezolana, "jefesita". Un gélido abrazo en este esquimal mes de julio. Chaíto!!!
ResponderEliminarMe apunto esta novela para leerla, muy buena la descripción.
ResponderEliminarYo no me conformo con ser mediocre quiero superarme y ser plenocre, lo máximo.