A veces hay que huir. Escapar. Lanzar alaridos de desesperación. Puedes engañar y puedes ser engañado. Puedes morder el polvo y puedes sudar sangre. Puedes preñar y puedes saltar. Puedes soñar y puedes morir en tu propia pesadilla. La huida no siempre es posible. Y, desaparecer, tampoco. Lo único que queda es la nada, y una montaña, y todo lo demás.
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