jueves, 20 de mayo de 2010

Mantis.


No entiendo e ecuaciones como no entiendo de la vida. La vida es muy difícil, muy complicada. Y nosotros nos seguimos empeñando en hacerla más complicada. Hay días que es milagroso llegar al final. Ni en Fátima. Pero, ¿quién es el normal entre nosotros? Todo es breve, pero todo es muy largo a la vez. Algo así, difícil de ilustrar con palabras, me ha pasado con Mantis de Mercedes Castro. Lo compré en el atardecer del 12 de abril, pero el listón era alto después de Y punto. Cuando idolatramos algo puesto en papel, su posterior hermano es visto como una bendición, pero cuando crece ves que no todo va tan bien como tú esperabas. Y el problema (mi problema) con Mantis es que es un dramón, y con la mierda que tenemos encima en la actualidad es como si te invitaran a conducir un camión de estiércol. Que no se me malinterprete. La novela está perfectamente construida y es de una calidad altísima. Es muy buena. Pero, dependiendo del estado de ánimo, hay cosas y casos. Nadie es va a la playa a tomar el sol con migraña. O quizás sí. Un dramón, vamos. Y la Teresa de Mantis no es comparable a la Clara de Y punto. Al final todo lo ponemos en una balanza, pero no hay precisión en los sentimientos. Sería muy fácil decir “deja de llorar” pero en mitad del dramón, o del tanatorio, es materialmente imposible. La pregunta que ronda a lo largo de Mantis es: ¿Cómo llenamos los vacíos existenciales que nos hacen parecer un grouyer andante? ¿Cómo sustituimos lo que tuvimos por lo que tenemos? ¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué pretendes olvidar si es imposible? Y estás en el mismo sitio, en la misma casa, en la misma habitación en la que se cruzaron miradas y momentos y todo lo demás. Y el sabor de la derrota es perenne, y siempre eres el último. Y cuando estás al final de la fila, piensas en la venganza, en la más cruel posible. Desear, poseer, disfrutar y vengar. Sí. Sí. Venganza. Sin medias tintas. Nada de compasión, esa palabra fue volcada a un osario olvidado de la mano de Dios.
Además, Mercedes Castro nos ilustra sobre las familias reales y las artificiales. Una cosa es compartir el ADN y otra tener que compartir una mesa, un día a día o un cumpleaños, porque compartir genes es una curiosidad, un momento inminente bajo el océano del dolor o del placer. Pero la familia genética es la herencia que tienes, y hay que lidiar con ella. En este caso, Teresa lucha contra el fantasma de una madre opresora, como una bolsa de plástico que te asfixia una y otra vez, que te obliga a elegir y optar. Y cuando tienes que elegir, casi siempre, pierdes. No hay victoria completas en el marco de las relaciones: se puede ganar alguna batallas, incluso en femenino plurarl, la vanguardia avanza hasta posiciones extremas algunas veces; pero la guerra siempre se pierde pese a esos éxitos parciales. Y de otros éxitos parciales, los profesionales, también habla Mercedes Castro en Mantis. Se puede ser el número 1 en un empleo (que no en un trabajo) y seguir siendo un gigante con pies de barro, pueden sonar violines a tu alrededor pero tu sinfonía favorita es la que nadie recuerda. Y claro, por la noche hay días que no puedes dormir.
Y entonces tienes que hacer desaparecer todo lo que se parezca a lo que tuviste entre tus manos. Contrastes malparidos, pero contrastes a la vez. Vampiros somos todos, antes o después, sólo que unos necesitan siempre más sangre que otros. Y lo que único que un día te emocionó, tu único sostén vital es un recuerdo de un día en el que las tinieblas te dijeron “chaíto”. Y todo lo demás.

4 comentarios:

  1. Casi nadie es normal.
    Lo normal es no ser normal.
    Todo el mundo es normal

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  2. Es que no somos sustituibles, cada uno es cada uno, las comparaciones son odiosas.

    El pasado es pasado pero a la vez es presente. Si intentas sacar un clavo con otro clavo terminas clavado igualmente.

    Claro que si vivimos siempre mirando atrás nos puede pasar como a la mujer de Lot, ya conoces la historia.

    Se valora más lo que no se tiene y no está mal, siempre y cuando no se pierda lo que sí tienes.

    Concluyo con lo que me dijo la madre de un alumno el otro día: Esto no son los mundos de Yupi.

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  3. Faltaba la musica, http://www.youtube.com/watch?v=bvAzEsGBMGw

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