lunes, 24 de enero de 2011
El humo en la botella
No es agradable la vida. Incluso, de vez en cuando se pone un poco cabrona y agria. Lo que cuenta Juan Ramón Biedma en El humo en la botella no es una historia convencional. Al bocata de calamares le han salido madejas. Nervios en la carne y todo lo demás. En vida siempre hay que dar un golpe, siempre hay un robo pendiente; en las miserables vidas siempre hay un atraco que llevar a cabo aunque acabe pero que Tim Roth en Reservoir Dogs; en la locura existencial siempre hay un manicomio del que escapar, siempre unas lenguas que enmudecen hasta la agonía 99; en la rutina siempre hay un empresario malpensante, un hermano perdido, una hija rarita con un amigo aún más rarito; siempre nos cruzamos con una niña de la que han abusado, siempre hay una nube que amenaza tormenta, siempre un libro buscado y no encontrado, siempre un blog al que seguir, siempre una entrada de Fogonazos, siempre un cura con las manos sucias y la bragueta blanqueando, siempre una UVI que llega tarde. Y todo lo demás, también. Biedma utiliza miniepisodios que se suceden rápidos y que no obligan a una lectura diaria, que permiten alternar las sorpresas de la botella en tiempos alternantes, espacios cortos en plan Escuela de los Annales. Lo complejo es que no me voy a encontrar habitualmente con una serie de emblemas como Joaquín Anube, como Ana Mengele, como Peña, como Emeterio Tobasa, como Set Santiago, como un McFarland difuminado, como un psiconoticiario como El secreto dialecto de los recuerdos manuales, como Austria, Klaus y todos los demás. En fin, que como todo es mentira, siempre es bueno encontrar una gran ficción con la que recrearse en las desgracias ajenas, con ver sufrir al personal que se lo merece (y al que no se lo merece, también). Y punto.
Hola.
ResponderEliminar..." En fin, que como todo es mentira, siempre es bueno encontrar una gran ficción..."
Te contradices.
;)
siempre se mezcla verdad y mentira
ResponderEliminarEl humo en la botella, me recuerda a un capítulo de Alfred J Kwak en que el pato se encontraba una botella con humo dentro y resultaba que tenía un genio.
ResponderEliminarVivimos en un universo fascinante de ¿casualidades? no siempre justas.
El humo en la botella que más fuertemente recuerdo es el que se formaba por combustión interna al meter un petardo en una botella de Font Vella y cerrarla con el tapón... se volvía instantaneamente gris y al abrir el tapón el humo salía, despacio, con miedo...
ResponderEliminary yo no llego tarde....
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