En el imaginario colectivo de los que bebemos por placer y leemos por lo mismo, habrá siempre un sitio para el Charolito. Sí, el Charolito. La primera frase de Sed de Champán es una declaración de intenciones, y, como ella, toda la obra de Montero Glez.
No es fácil meter en una historia a Camarón de la Isla, y Montero Glez lo hace en Pistola y cuchillo. Hay que buscar una historia y dejar oraciones con las que llegar a creer un día.
Y cuando llega la enfermedad, todo el mundo espera el desenlace. Unos con sus mejores galas y otras con las entrañas llenas de bilis, cada uno en su lugar y con el obituario preparado.
Es lo que tienen las leyendas y las buenas novelas, que nunca se olvidan. Y todo lo demás.
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