lunes, 9 de enero de 2012
No me gusta...
...que puedas escuchar. Y tener que arrepentirme de mis palabras.
Después de leer el artículo de hoy de Paul Shirley, todos debemos hacer un acto de contricción. Todos nos hemos pasado con Ricky...y ninguno hemos empezado de titular un final olímpica contra USA. Ninguno de los borderline que leemos esto. Ni uno. Ni jodiendas con vistas a la bahía. Ninguno ha dado esas asistencias. Ninguno de nosotros. Ni lleva ese % en tiro. Ni ninguno tendra unos cinco meses tan atareados como él. Al final, todos somos unos gilipollas por creernos tan importantes. Todos somos insignificantes y ninguno de nosotros es guay. Ni siquiera Pau Gasol. Una cosa es una cosa y seis media docena, o, como decía la LLanos, y como dicen en Boss, "no se le pueden pedir peras al olmo". Si hacemos memoria, y leemos crónicas de baloncesto del último año en este jodido país de envidiosos, resentidos y gente que se mata literalmente a pajas viendo baloncesto, los directores de periódicos con un par de huevos y que supieran de baloncesto, hubieran echado a la puta calle del jodido paro a todos sus redactores de deportes. Ni trienos de capacitación ni pollas. Los artículos que se han hecho en el curso 2010-2011 sobre Ricky son de juzgado de guardia. Alguno se debería suicidar antes de volver a leer sus crónicas. Es muy fácil echar porquería encima de alguien. Mierda, residuos del Segura y todo lo demás. Pero no. Aquí, un puto gilipollas, con una licenciatura de mierda que se le saca cualquier síndrome de Down con enchufe, te hace un artículo a nivel nacional y te deja a la altura de Carmen de Mairena. No hubiera sido suficiente con una guillotina. Este país, a envidia de Francia, hubiera necesitado muchos elementos de corte, muchas guillotinas y menos curas y menos imbécil en puestos de poder. Pero el puto PDP, en el que todo el mundo asciende hasta su máximo nivel de incompetencia, en España (sólo hay que agacharse para ver a la vicepresidenta del gobierno), se cumple a la perfección. A la puta perfección de envida. Y, todo lo demás, también.
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