El italianismo futbolístico ha vuelto a tener un triunfo en Europa. Que este Chelsea esté en la final de la Champions es como un viernes sin tequila, un fallo en Matrix. Capellos del mundo, Clementes del mundo, catenaccios de distintas madres y financiadas por rusos y ucranianos, comprados con petrorublos, al final, todos tendrán su minuto de fama. Y todo lo demás.
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