jueves, 20 de diciembre de 2012

El tango de la Guardia Vieja

¿Sólo 494 páginas? Pues sí. El tango de la Guardia Vieja, el último libro de Arturo Pérez-Reverte se me ha hecho corto. Cortísimo. Diálogos sencillos, descripciones justas y una historia escalonada en el tiempo en el que vuelve a hacer un homenaje a la mujer espectacular. En este caso, la que lía y deslía, vuelve a ser una mujer, como siempre pasa, que para eso son más inteligentes que los hombres. Mecha Inzunza, un personaje que ya está a la altura de la Bruner (las dos eran grandes), o de Tánger Soto o si me apuras, pero en otras latitudes comparativas, a la gran Teresita Mendoza. El tango de la Guardia Vieja es también la historia de un buscavidas que cambia de nombre y de nacionalidad, Max Costa, un superviviente a guerras marroquíes y mundiales, un bailarín que ha hecho de todo y que acaba de chófer y de lo que haga falta en las redes de la mujer a la que endiosó dos veces en la vida. Saltos temporales a un ritmo endiablado. Y la pasión, y la lujuria, y la duda de la paternidad, y el peligro, y todo lo demás. Muchas veces me pregunto el motivo de que AP-R no saque una novela de este tipo todos los años, sería espectacular. No estoy diciendo que obras como El Asedio o El pintor de batallas sean obras menores (que en comparación con este tango se quedan a millas náuticas de distancia), simplemente que queremos más joyas similares. También, como casi siempre, vemos referencias a batallas y a guerras, al desastre español en Marruecos, a la guerra civil española y sus grandes mentiras, a los exiliados que se quedaron y a los que se fueron, a Paracuellos y a los espías, al Duce y a los meses de julio y agosto de 1936. Argentina, Francia, Italia, lugares comunes para gente extraña, personas que buscan un ideal donde agarrarse pero que al final resbala, que se escapa, que necesita evadirse de la realidad. El tiempo dirá si El tango de la Guardia Vieja está en el podio revertiano, pero de momento en el mío si lo está. Y punto.

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