miércoles, 9 de enero de 2013

Belfondo

No conocía ese título. Belfondo, como tampoco conocía el nombre de Jenn Díaz. Todo eso fue posible gracias al blog de Enrique Rubio, aunque yo tampoco tenga pistolas. La historia de Belfondo es la de un jodido pueblo. Siempre, con el paso de los años en el hígado (¿o deberíamos decir el peso del alcohol?), utilizamos muchas veces la palabra pueblo de manera despectiva, como lo hacemos con facha casi para cualquier cosa. No sé muy bien porque a uno de esos tantos políticos cabrones no les llamamos castristas de mierda, o chavistas (el Word lo cambiaba automáticamente por chapistas, lo mismo ya sabe la fecha de su próximo fallecimiento), o aznaristas engominados, o rajoyistas perdedores. Digo que no lo sé, pero (casi) siempre nos referimos al pueblo o al pueblerino despectivamente. Que me pierdo, aunque sea en un pueblo. El pueblo que nos describe Jenn Díaz es un pueblo controlado por el amo del mismo, que controla vida y obra de sus secuaces, de sus seguidores, de los mierdecillas que hacen lo que dice el amo que haga (no voy a hacer semejanzas/divergencias con el comunismo chino o el mussolinismo italiano, faltaría más). Me gusta que Jenn Díaz ponga amo con minúsculas, con mayúsculas sería (casi) Dios, y, no, aquí Dios es elegida por el amo que afortunamente no es Creador. El amo es un ocupador: tú, necesito que seas el maestro, que el personal necesita leer y hacer cuentas; tú, necesito que seas el cura, y lo eras y punto. Así con los oficios más insospechados, hasta existía por voluntad del amo el tipo que escribía epitafios. Y claro, un pueblo sin puta no es pueblo, y también hay una puta. Y al igual que en los oficios, hay lugares estratégicos que ocupar, aunque yo destaco la historia del campanario y de la fábrica. Y después de todo, el trasfondo, un pueblo del que nadie se larga, del que nadie se va, hasta que llega ese pensamiento de huir de un lugar en el que no se pierde nada. No sé que nos depara el futuro porque ahora no hay futuro, pero sé que no es una pérdida de tiempo leer Belfondo, porque quizás mañana lleguemos a un momento, a un lugar, a una situación en la que se crucen las miradas y tengamos que escoger alargar ese momento, escoger ese lugar, mantener la mirada cruzada. Y todo lo demás.

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