El pequeñín
Carlton Banks necesitaba pertenecer a una tribu. Era un marginado con billetes, un feroz fallo en la escala de la humanidad televisiva. Era un tipejo de camisas esperpénticas y de costumbres que llegarían a atemorizar al más estricto de los prusianos de época bismarckiana. Y, en mitad del desempleo parcial, me encontré con el video que le sirvió de inspiración.
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