miércoles, 26 de marzo de 2014
Fabricantes de saliva
En mitad del reino valcarcil, en ese mundo de la plástica, de la realidad visible, en ese mundo de los sentimientos y pensamientos, todo se fue a tomar viento hace mucho tiempo. Muchísimo. La doctrina victimista del agua, con esa vertiente zafia, fue un buen ejemplo de ella. ¿Qué sacamos en claro de este tiempo? ¿Qué alternativa? ¿Qué mundo innovador nos han dejado? Esa concentración en un ser, más o menos emboscado, nos deja este solar. Ya sé, que al cielo siempre van los mismos, o como dicen en el mundo gaviotil, "siempre vamos los mismos". Esta mañana, andando entre el viento que me arrastraba cerca de la residencia catastral en Villa Desmadre, he saludado a una señora con Alzheimer. Allí iba ella, con su acompañamiento del otro lado del Atlántico. Como si tal cosa, y, quizás, el viernes ya esté encerrada con las monjas. O tal vez no. Vaya usted a saber, vaya usted a pensar, vaya usted a rememorar el humanismo cívico de la Florencia más radiante. Dejemos, en la agonía de este nuestro reino, el ideal ciceroniano para otras pajas mentales, para otros aeropuertos imaginarios que no sean el de Corvera. La "virtus", esa que no reconocen nuestros políticos, es una palabra borrada, eliminada, del vocabulario del político actual. ¿Por qué te ríes de mi? ¿No ves el miedo en mis ojos? Este ejercicio del poder, sin límites ni control, imputados por aquí, imputados por allí, solo nos deja una opción: somos súbditos de este poder ejecutivo cutre y salchichero, al que les pagamos putas y putos, a los que aguantamos no sé por qué. No sé el motivo. Tenemos que reconocer que lo han hecho bien: obedecemos sin rechistar, han dividido al personal. A Suárez, decían los abuelos, se le aplaude en su féretro porque no robó. Podía haberlo hecho muchísimo mejor, y no bajarse los pantalones con vascos y catalanes, y ucedistas. Pero no robó y no iba a permitir que el rey robara. Y se lo limpiaron, y desde entonces hasta ahora. Y mientras, los de ahora, solo sirven para una cosa, para nada. Nuestros políticos, como escupir en el mar. Con la puta saliva pagada por nosotros. Y todo lo demás.
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