lunes, 21 de julio de 2014
Cuando los malos españoles eran buenísimos (¿o era al revés?)
Dicen los lesbianos que a los españoles no les gusta dimitir. Hoy se nos va una de las reservas espirituales palaciegas, pero solo de uno de sus cargos. El amigo de la batería, el amigo de los carteles que se caen, el amigo de los cargos y las habitaciones de hotel, dice adiós a uno de sus cargos. No sé si me podré recuperar. Durán se despide de uno de sus cargos, pero debemos mantener la calma. Como diría el otro, comparado con Carod, siempre puede ser peor. Mucho peor. Aquella canallada que se inventaron cuando yo tenía solo unos meses, mal llamada concordia o constitución de 1978, fue un parche, un vodka caramelo de garrafón que superó los primeros tragos pero que ha derivado, con el tiempo, en un matarratas que te destroza el hígado y te imposibilita para la política del barbecho. Pero es que el nivel está bajísimo: el Coletas, la Cospe, el que antes era don Arturo y ahora simplemente menos es Más, el guaperas exjugador de baloncesto, otro Garzón para imitar al Coletas, la partisana, los números de Bildu, el desastre gaviotil en Vitoria o los números de Evita Perón. El infierno es una cosa muy personal, pero Dante se ha pasado con nuestra política. Numeros círculos, incluso dantescos. En Yecla, con la de vino que hay allí, joder. Donde vamos a parar. No valía el territorio departamental, con la mierda que nos dejado en Madrid con lo de las Mercedes; no valía la ciudad del Sol, que mayo ya pasó; tampoco Puerto Lumbreras, que el pedáneo, como el del video, ya voló y yo volé con él. En una arbolada de Yecla. Pero es que me voy del tema, el asunto del buen y mal español, de los que cantan el himno o no (Guardiola haciendo pompas con el chicle con la elástica de la selección nacional ahora rebautizada por periodistas de tres al cuarto como La Roja). Y ninguno sale defendiendo a La Pasionaria. Nadie, se están perdiendo las formas. Alcaldes y concejales, que a su vez son senadores. Con un par. Políticos que no han terminado una puta carrera en su puta vida. ¿Que cevé tiene el líder puesto a dedazo en el PP andaluz? ¿Qué esperanza pueden tener los socialistas con el Jordan madrileño? ¿Qué será de la coalición catalana ahora que la mesa cojeará Más sin las pilas Durán? El horizonte es negro y rozamos el billón. Pero aquí no ocurre nada. Dimitir es solo una especie de infinitivo medioeuropeo. Una jodienda con vistas a la bahía, o al Fórum o al oceanográfico o al aeropuerto de Ciudad Real, o de Castellón, o de Corvera, o al AVE de las 4 personas. Pero se nos van los líderes. Imaginad las muertes de Serrano, Prim, Sagasta, Ruiz Zorrilla y todo aquella chusma que solo con una de sus neuronas (aún siendo gentuza) superaba a los galgos envidiosos de los políticos de ahora. Es como escupir en el mar, no vale la comparación porque es imposible. Es una fórmula matemática nacida muerta, no sé si gallardoneada o no en un arrabal de Lisboa. O de Londres. O dónde tengan que ir a abortar. Quizás Milán, quizás Turín, quizás en el chino de la esquina. Las putas se han hecho mayores y los que vienen son los listillos meapilas, los odiadores de la sinrazón, los caballos blancos en el capítulo de Scandal. Que dios, sea catalán o no, nos pille confesados, porque esto ya no lo arreglaría ni la mejor de las reeencarnaciones de Toby Ziegler y Josh Lyman. Y todo lo demás.
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