jueves, 21 de agosto de 2014
The Killing. Cuarta temporada
Holder y Linden. Alfa y omega. Holder y Linden, fumando en el coche una y otra vez. La jodida lluvia, una y otra vez. No hay carteles de los SeaHawks, pero sabemos que están ahí, tanto o más que el espíritu de los Sonica. Holder y Linden cazando al malo, aunque eso lleve a la desesperación. Recaídas y gritos, Holder y Linden. Todo lo bueno se acaba, como el final en éxtasis de cada episodio. Holder y Linden, hasta el infinito. Corta pero siempre interesante esta cuarta temporada de The Killing para bajar la persiana, en plan Bulevar de Chema Rey. Con media docena de buenas dosis de Holder y Linden. Ya están en el imaginario colectivo los olvidos con Jack, las malas pulgas diarias, los berrinches y las jodiendas del árbol de la vida de la isla de Sarah. Menuda casa. Y casquillos para todos. Y Joan Allen, que aunque ha envejecido mal, tiene un buen papel. Y los problemas de los ricos, y las escuelas militares, y las fotos y las familias (mal)criadas. Y todo lo demás.
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