Todos los que hemos jugado al baloncesto y no somos mononeuronales (o creemos no serlo), o no somos de inteligencia mular (o creemos no serlo), o no somos aneuronales (o creemos no serlo), sabemos ese momento en el que separar a los niños de los hombres. Siempre hemos hecho gracias sobre madres y hermanas a nuestros defensores o o pares en ataques, hemos hecho referencia a sus sueños verticales y sus jodiendas en posición horizontal. Pero con el marcador de ayer, no. Es intolerable. Y todo lo demás.
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