viernes, 14 de agosto de 2015
Una historia de Brooklyn
Esta película está marcada por la producción de Wes Anderson. A partir de ahí, cualquier parecido con The Royal Tenenbaums es mera hipérbole. Mitad de los 80, a los yuppies todavía no les había dado por jugar al pádel. Todavía estaba el tenis. El jodido y bendito tenis. Matrimonio en crisis desde su nacimiento. Todo se va a la mierda. Él es un escritor en decadencia y ella una escritora en ascenso. Cambian los roles. Él, barbudo y con pretensiones, abandona la casa de ella y comienza el cisma familiar. Los hijos, ya trastornados de por sí, hacen la gran pregunta: ¿Quién se queda el gato? Sí. El puto gato que se lanza a las calles de Brooklyn en cuanto tiene ocasión. Y las preguntas típicas, y la mierda que empieza a salpicar, y el pequeño pajero, y el mayor indeciso que pasa de la adoración al padre al rechazo del mismo. Y el tenista, y las bibliotecas salpicadas de semen, y los plagios de canciones famosas, y una Anna Paquin antes de ser truebloodizada por completo. 77 minutos de Una historia de Brooklyn que nunca serán como The Royal Tenenbaums. Y todo lo demás.
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