En mitad de la desesperación de la noche, cuando las pastillas para dormir no funcionan, empecé la lectura de Putas asesinas. He de reconocer que las 4 veces que comencé con
Los detectives salvajes lo abandoné.
Putas asesinas lo terminé de vuelta de Cartagena en un tren parado entre Balsicas y Torre Pacheco en mitad de ninguna parte. De ninguna parte. Y al principio me decepcionó: demasiados nombres propios resumidos en una mayúscula, demasiada vida cotidiana que ni en ese lugar en mitad de ningún sitio a las doce de la noche brillaría. De todos los relatos destacar Buba y Putas asesinas, relatos que se quedan en la retina y en la memoria, lejos o cerca de ningún sitio. Y todo lo demás.
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