Ya lo decía Miguel Espinosa en su Escuela de Mandarines: "Según la Escritura, las castas eran un lugar de la Cultura o una fase cristalizada de la sabiduría, en suma, manera natural de revelarse el suceso del hombre; de ahí su carácter permanente y su valor de hecho. Los becarios quedaban excluídos de tal concepción, por no resultar propiamente casta, sino promesa de casta".
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