Ahora que estoy empezando a visionar Okkupert, empiezo a comparar palomas y ruskis con ganas de liarla. Siempre hay. Otro día hablaremos de gaviotas y de los que leen en el Vaticano el día de año nuevo. Son todos unos personajes peculiares. Quizás, demasiado peculiares. Ayer, volviendo a ver el primer capítulo de Mad Men casi seis años después, caí en la decepción de la percepción de los pequeños detalles: ¿por qué utilizamos una marca concreta? ¿por qué utilizamos eslóganes sin gancho? ¿por qué tenemos por metro cuadrado tanto político bastardo? Vivan los Happy Mondays. Y las carretillas para pienso. Y todo lo demás.
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