lunes, 21 de marzo de 2016
Guerra y Paz. Primera temporada
No he sido capaz de leer nunca Guerra y Paz. En el despacho de mi padre andan muertos los dos volúmenes entre las obras completas de Daudet y una Antolojía (sín, con jota, como todo lo que hacía Juan Ramón). Pero los seis capítulos de Guerra y Paz que se ha montado la BBC son palabras mayores. Un dramón en toda regla, en toda nieve, de Moscú a San Petersburgo, con el pequeño cabrón invadiendo Rusia y con tejemanejes varios: matrimonios concertados, enfermedad, muerte en el frente, afrentas paternas, vino a mansalva,duelos al amanecer, lágrimas multiplicadas por el vodka, perras de todo tipo en celo, bailes de salón, francmasonería, el bien por el mal y todo eso que el bueno de León Tolstói, en mitad de sus pensamientos barbudos, pudo imaginar. Lo bueno de la serie es el tono evocador, como si Terrence Malick hubiese dejado Guadalcanal y nos metiera en Rusia, con pensamientos diferentes pero líricos, con miradas al firmamento en mitad del horror, con llantos y recuerdos multiplicados por el desamor. Sí. Desamor. Sobre todo desamor. Joya con mayúscula, con jota de las antológicas. Y todo lo demás.
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