jueves, 24 de marzo de 2016
Una lectora nada común
Llegué a Una lectora nada común de Alan Bennett como la vieja tos: porque el libro estaba ahí. Siempre estuvo ahí, o, como Isabel II, o su madre, siempre es buena hora para tomar un gintonic. O leer un libro. O tomar dos gintonics. O leer dos libros. O tomar tres gintonics. O leer tres libros. O muchos libros. ¿Qué pensaríamos si nuestro monarca de turno cambiara sus hábitos? ¿Qué pensaríamos si nuestro monarca de turno empezara a leer compulsivamente? ¿Qué pensaríamos si nuestro monarca de turnos supiera entender a sus semejantes mejor después de leer como un soldado napoleónico antes de llegar a Moscú? Evidentemente, la premisa es llamativa e imaginativa, y, además, el texto es fácil de leer entre viajes de autobús, tren y rodeado de gente con la que pasas ratos y te ves obligado a pasar ratos aunque no quieras. En el mundo actual, pasamos mucho tiempo con personas que nos dan asco, que te decepcionan, que no están a la altura, que no saben de lo que hablas. Muchísimas personas. El concepto "rebaño", en este concepto de estupidez histórica actual, se queda corto. Millones de rebaños adoctrinados en factores equis, en grandes hermanos vips y no vips, que no tienen ni puta idea de ciertos libros. O de libros. Y eso le pasa a la reina Isabel II en este libro: descubre el placer de la lectura, y empieza a mirar distinto a quienes leen y a quienes no, a quienes saben apreciar lo que está en los libros y lo que no. La vida da muchos palos. Y quien dice leer, dice escribir o escuchar música o escupir en el mar.
!Qué bien te expresas! Ando con uno de Amos Oz, pero siento que el rebaño me arrastra, falso, que yo ando conforme al rebaño. Buenas pascuas.
ResponderEliminarSeñor Clares, buenas pascuas. No le he metido la retina a ninguno de Amos Oz, pero lo tengo en la lista. Que vaya bien!!!
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