lunes, 4 de julio de 2016

Castañuelas de la vida

En mitad del descreimiento, surgió el vermú. Rencorosos, pasamos a la cerveza. La sordidez de las copas llegó después. El domingo maté dos pollos con mi padre, pero como si nada. Nada de mascotas. Never, never, never. En la enfermedad de la convivencia, se jodió todo. Alimañas de gripe, lentejas en la sesera que no dejan dormir la siesta. Llevábamos esa tarde el término municipal de Jumilla tatuado en el alma. Otra vez. En mitad de nuestro barbecho existencial, de bar a bar y tira porque me toca, leíamos a Alex Ross y Montero Glez mientras limpiábamos nuestras almas de segundo de la ESO. En un descanso, recordando a Borges y sus coplas de borracho provocador y con ambiente de periquito de mal vinagre, recordamos sus palabras: "Nada en el cielo se repite". O tal vez, si. Y como no, recordar, sus palabras sobre Toynbee: "No es tan brillante como Spengler, pero es muy informativo. Sin duda leyó más que Spengler": O tal vez, no. Y la réplica de ABC: "Todo en este mundo es gris mediocre". De acostumbrarnos a la imaginación, a perderlo todo en un segundo de insensibilidad. Y nos lo tomamos demasiado en serio, en vez de pasar(nos) a la discreción. Y no hay ideas profundas en nuestro patetismo. Ninguna. Es lo que pasa con la nostalgia tóxica: estamos escuchando música atemporal pero que aburre a los demás. O, directamente, en mitad del descreimiento, no la entienden. Pero no nos preocupemos que, con o sin gobierno, ya nos sodomizan bien: en funciones o ejerciendo en plan cabrón (sinónimos para cualquier estación). Y en mitad de la epifanía, (vulgo, quinto gintonic azul), perviven los símbolos (otra vez), recuerdas que votaste a UPyD (nunca más), tomas lo que no es tuyo e intentas que esa sed de símbolos no sea eterna. Y, frotándote los ojos, te das cuenta de tu bazofia existencial, ese bucle triste y melancólico sin final ni principio, parábola de un libro de Geografía que nunca lograrás entender. Recuerdo que no he regado los pimientos esta mañana, llegado al clímax que nos indicaban en Casi Famosos: ¿Le habré hecho daño a los pimientos no regándolos? Suena Desparecer de Los Planetas en el bar, y piensas en el enfrentamiento diario sin origen ni final que no soportas a pesar de tu resignación cristiana. Pero llega el tiempo de sandías, y como bien se sabe, "en tiempo de melones, cortos los sermones". Espero que no me toquen la moral con el braguetazo del chantaje emocional, con el delirio místico que no vale si no escuchas de fondo a Triángulo de Amor Bizarro. La tribu sucia cambia de bar pero sigue con su épica bíblica, de caer y levantar(se)

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