En mitad del cansancio, sin recorrer ni el 1% del camino, sonó el himno de Amor a Quemarropa en mitad de un viejo cedé de hace 12 años, y todo cambió. Eran las seis de la mañana, llevaba 33 horas sin dormir, y, por primera vez en 11 meses, no tenía que subir (obligado) a ningún tren, ni a ningún coche ajeno, ni a ningún autobús. Y Hans Zimmer nos llevó la paz. Y todo lo demás.
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