martes, 9 de agosto de 2016

No estaban leyendo La invención de Morel

No. La pelea no fue por un argumento fallido por parte de uno de los enfrentados sobre La invención de Morel. Tampoco por El fondo del cielo. En nuestros sueños desvelados, con camiseta propia o sin ella, tenemos pesadillas de peleas en un bar. De jaleo en un restaurante, de esos a los que entramos de tarde en tarde, de semana en semana, de pijama de cuatro años. Pero no era la discusión por el Fonorama de Copper ni por el Sunday Morning Call de Oasis, ni por la revalorización de la antigüedad clásica grecolatina durante el Renacimiento. No. Lástima. Erasmo dándole al ideal conciliador del humanismo y nosotros enfrascándonos en peleas de dura cristalización, de cuenta dura, sin manteca colorá. ¿O si hubo manteca colorá? Si hubiera sido en Cádiz, no dudaríamos de la presencia de la manteca, pero en Garrucha todo es posible. No fue por El Sistema y sus alusiones continuas a las lecciones del profesor Tulp y el nombre del ínclito al que recogieron para darle a la tijera. No. Simplemente fue por el motivo más antiguo del mundo: el precio de la gamba roja. Y todo lo demás.

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