domingo, 25 de septiembre de 2016

Braindead. Primera temporada.

Nada como el verano para mezclar bichos y política porque, a fin de cuentas, son casi siempre lo mismo. Toca elegir entre Clinton y Trump, entre Sánchez y Rajoy, entre perdedores y apuñalados, entre politicuchos de tercera división y alguno que otro de segunda división B. Pero es lo que nos toca. Pero de pronto, en el verano de 2016, con las reuniones de demócratas y republicanos, apareció la primera temporada de Braindead. Con capítulos de risa desatada, con desamor e insectos, con lo mejor y lo peor de la política de los gringos. Siempre que se pasa de la tortura a la felicidad, los políticos andan jodiendo. Se joden entre ellos, literalmente, en todos los sentidos de la palabra. En todos, no solo en el que Poyet habló tras la derrota del Betis en casa ajena contra los chicos de Sampaoli. Y si algo tiene Braindead es locura y desesperación, soluciones inesperadas e imaginación científica, geniecillos locos que aparecen de la nada, explosiones cerebrales que salpican en ambulancias, en programas televisivos, en gimnasios, en despachos. La sangre alcanza límites insospechados. Y, como en las zapatillas blancas de Jack Teller ante su despedida de Gema, solo nos queda tirarlas a la basura. No hay solución para unos zapatos que llevan horas manchados de sangre. Hay que innovar, pensar, buscar hioides en cráneos de Atapuerca. La única manera de salvarnos de la guerra es evitar a los extremistas, saltar de lago en lago, volver a pensar un enroque definitivo. La palabra perder, según la ideología de Braindead, significa "redefinir la victoria". ¿O era al revés? Insano, loco, paranoico. ¿Qué no hacer en un jaleo de bichos del espacio que van a cambiar el rumbo del Imperio llegando a los jefazos del Senado? Simplemente se trata de poner(le) imaginación al asunto. La que cada uno pueda. O deba. O romper un listado de estándares de aprendizaje de la LOMCE. O escupir en el mar. O volver a todo que es, otra vez, insano, loco, paranoico. Luchar hasta morir por unos principios, aunque parezcan equivocados. Insistir, luchar ante un muro que no quiere escuchar. Bichos espaciales, desamor y amor entre republicanos y demócratas en todos los sentidos, tipos de la NSA que no parece ser de la NSA, doctoras con principios, padres que esconden muchos secretos. Y la vergüenza. En la vergüenza está la salvación. Nuestra salvación. Parece una contradicción pero a lo mejor solo nos queda huir. Es cuestión de tiempo que los bichos tomen el poder, y no solo en Corea del Norte. Coda: Y el peligro de una niña con una cámara. A conseguir nuestra vergüenza. Como sea.

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