martes, 8 de noviembre de 2016
Fauda. Primera temporada.
Llegué a Fauda hace meses gracias a la reseña de Lorenzo Mejino, esa enciclopedia de series internacionales inacabable. A falta de tiempo, entre paso y paso por el puerto cadenístico, de tarde en tarde he ido viendo esta joya israelí. Desde la distancia siempre nos equivocamos con adjetivos y epítetos sobre el conflicto entre palestinos e israelíes, entre buenos y malos, entre malos y peores. No hay buenos en esta serie. Todos salen derrotados. Podemos tener toda la tecnología del mundo, todos los drones del mundo, toda la inteligencia del mundo, pero no podemos hacer nada contra el fanatismo. Recuerdo cuando la banda terrorista ETA asesinó en Murcia al guardia civil García Rabadán. Se escuchó la detonación en la noche en kilómetros. Son esos sonidos los que quedan: ruidos, cristales rotos, gritos, finales de historia con pesadillas. Demasiadas pesadillas. Fauda, como todos los cuentos y parábolas de este conflicto que ya no sale en los telenoticias a diario. Alepo es ahora presencia continua, pero nos olvidamos de otros ejemplos en Asia, en África, nos venden una bajada de pantalones ante el narcoterrorismo en Colombia. Desde el punto de vista de la ficción, Fauda mezcla las investigaciones con la vida cotidiana, las relaciones personales saltan por los aires a la misma vez que los mártires hacen su trabajo. Gran serie que nos muestra algunas de las muchas aristas de un problemón al que no le sacamos punta. Y los puntos suspensivos siguen sin ser completados. Siempre hay tristes finales para los cuentos, como cantaba El Niño Gusano. El más triste final del cuento. Pues eso pasa con Fauda, eso pasa con este caos que parece no tener final aunque esté excelentemente narrado y contado.
Por lo que cuentas no me dan ganas de verla.
ResponderEliminarTiene momentos muy duros
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