sábado, 31 de diciembre de 2016
viernes, 30 de diciembre de 2016
The Young Pope. Primera temporada.
Desde el principio todo es distinto en la primera temporada de The Young Pope. Suena distinto. Los verdes son distintos en los jardines del Vaticano. Las malabarísticas naranjas son distintas. Y todo es una gran mentira, porque el Vaticano es la MENTIRA. Lo dice alguien que va a misa los sábados, algunos domingos, algunos días. Una cosa es la institución, otra la mentira. La gran mentira. Y puestos a contar mentiras, hay que dar(les) mucho barniz. Toneladas de barniz. Barniz del que huele bien. Pero también del otro. The Young Pope es política, pero la peor política: la de puñaladas traperas con ropa cara, con alzacuellos nada baratos, con puñales de plata y oro, con sangre cara. Reiremos sobre la elección de Trump cuando pasen unos años; reiremos (o no tanto) sobre poner zopencos zapateriles y rajoyescos al frente de un camión sin frenos llamado España; ¿reiremos cuándo en Francia gobierne Le Pen con tinte rubio caro y zapatos hechos por negros? Las risas en política, en religión, en fútbol y medicina tienen un precio. La ley de la oferta y la demanda en política, religión, fútbol y medicina es demasiado cambiante. Maradona, San Pipita, Verrati, Ganso, Nasri, Isco. Todo producto es cambiante (menudo delirio). O encontrar a Dios en un bar esrilianqués (o como se diga), junto a un alemán que pretende imitar a un Hannover, ernestiano o descendiente de la reina Victoria o vaya usted a saber de quien. Hay cafés y obsesiones (¿seguro que el azúcar de caña es una obsesión juvenil?). Gran pregunta papal : ¿Te regocijas en la bellezas? Será por preguntas papales, por argumentaciones papales, por jardines papales, por el canto de los mirlos del jardín papal, por la presuntuosidad papal, por la esterilidad de las rubias. Y no hay que perseguir a ningún fallecido, por si vuelven. Y bautismos entre llantos, con haches o sin haches. Y aquella mujer barbuda de las oposiciones, siempre presente. Y el Secretario de Estado vestido con la indumentaria napolitana, antes y después de que el Santo Padre le pase el zapato rojo por el hombro. ¿Qué fue de la marginalidad de la Iglesia? ¿Cuál es el propósito de los sacrificios? ¿Qué estrategia deben seguir los cardenales? ¿Qué ocurre cuando las iglesias están vacías? ¿Por qué ya no hay curas? ¿Por qué ya no hay misioneros? ¿Por qué ya no hay chicles de clorofila? ¿Por qué Iglesia y corrupción aparecen muchas veces unidas? ¿Por qué la farsa se olvida de la realidad? ¿Por qué no sale Mou preguntándose cualquier asunto imposible? Rosarios para todos, entonces. O tal vez, no. Cantaban Los Nikis en No vuelvo a ir a Benidorm aquello de "Herodes, ven, por favor". ¿Por qué ya no se enseña el noble arte de la coctelería? ¿Por qué no maduran nunca los sacerdotes? ¿Por qué se impiden asuntos manifiestamente prescindibles desde La Iglesia? ¿La Verdad? ¿Conocen los miembros de La Iglesia la piedad? Decían en JFK que "la traición no prospera porque si no ya nadie la llama traición? ¿Por qué el Papa tiene los calcetines del revés? ¿Por qué el pecado genera pecado? ¿Tenemos que conformarnos con lo que tenemos? ¿Asociar buen humor con estupidez? ¿Dolor en mitad de ninguna parte?
Coda: ¿Y este es el desahucio eclesiástico merecido?
Coda 2: ¿De verdad que todo tiene un precio? ¿Tanto castigo para los pecados del pasado?
jueves, 29 de diciembre de 2016
El carmín y la sangre
Estira mucho el chicle al principio Montero Glez en El carmín y la sangre antes de llegar al lío gibraltareño de Ian Fleming, el señor Donovan, espías que citan a James Joyce y Dylan Thomas, y llega a meter en el lío hasta el célebre Ignacio Molina. Penoso que no nos hablaran de ellos en la Licenciatura de Historia en la Universidad de Murcia, pero es que mucho más interesante hablar sobre la emigración murciana a Marruecos desde febrero del 41 a marzo del 48. Interesantísimo. Pero una vez que entra en materia, le da hilo a la cometa como Dios manda, con una guapa Petenera que te mete en líos, en barcas y en lo que haga falta. Tardaron los yankis en llegar, pero menos mal que llegaron que si no hoy todos hablaríamos merkeliano. O tal vez, no. Nunca se sabe, pero meter guerras y parlamentos en la misma frase no siempre es fácil. No es fácil hacer ver a los claveles que los rifles, de vez en cuando, son necesarios. Y las mentiras (bien) disfrazadas son absolutamente necesarias en las guerras. Imprescindibles. La guerra, ante tipos como Hitler, es un mal necesario, a la altura de los entrenadores de fútbol y de los profesores de Historia en 4º de la ESO. También imprescindibles. Gibraltar, Estoril, Nueva York, Algeciras y tiro porque me toca. Pero luego todo se tuerce. Todo se va a tomar viento. Fleming cambia de tercios, de banderillas, de agujeros que cerrar, de almohada y de limpiabotas, que a fin de cuentas es lo mismo. Y las implicaciones de España. ¿Por qué no entró España en guerra como quería Serrano Súñer? ¿Por qué algunos alemanes no querían que España entrara en guerra? ¿De verdad qué el motivo era el reparto posterior al posible triunfo italogermano? Será por hipótesis. Pero todo eso es como escupir en el Estrecho: no sirve de nada. Todo es mentira en el balanza de los espías, de las entrepiernas, de los telegramas, de los casinos, de las barras, del morse del taconeo, de las mentiras con sello oficial y de las andanzas de los embajadores. Aderezadas, pero grandes mentiras a fin de cuentas, a fin de novelas, a fin de relatos con los que llenar periódicos e imaginaciones. Mucha guerra para tan pocas neuronas, que decía un profe de cuyo nombre no debo acordarme. O tal vez, sí. Herodes no hizo suficiente trabajo. No hubo suficientes abortos entreguerras. No los hubo. El número debió multiplicarse, como los torpedos de los submarinos. Y el famoso bombardeo italiano de La Línea de la Concepción de julio de 1941 en el recuerdo, como todo el pasado, hecho diapositiva, hecho dolor, hecho guerra mundial. Y La Petenera, la más grande en La Venta Vargas y en los cuartos oscuros y menos oscuros, y las vergüenzas que duelen hasta que dejan de doler. Y en los pasillos, y en las duchas, y en los anuncios de los periódicos encuentras de todo. Lo mejor, cuando uno pueda, es retirar(se), abandonar(se) a los placeres y olvidar la derrota. Sí, la derrota. Porque siempre perdemos. Siempre salimos perdiendo.
miércoles, 28 de diciembre de 2016
Muerte en León
Nada como un viernes por la noche para empezar a ver Muerte en León. Una cosa es lo que vemos en los telediarios, informativos, periódicos, radios. Y, cuando empiezas a ver Muerte en León, te entran las dudas. Lo que parecía sencillo, se vuelve difícil. Raro. Incomprensible. Mentiras. Discretas e indiscretas. Todo se vuelve brumoso. Demasiado brumoso. Niebla sobre niebla. Ojos cerrados. Venganzas. Historiales de internet. Balas. Ruidos. Puentes. Testimonios. ¿Es creíble que toda esta historia la tramen tres mujeres simplemente por venganza? ¿En un mundo civilizado llegamos a este nivel? Los tres primeros capítulos dejan muchos suspensivos, pero en el último cuarto de hora del último y cuarto capítulo, te entran los escalofríos. Hay que verlo. Cuando los conductores de la producción cruzan los datos telefónicos, empiezan a surgir dudas. Empiezan a surgir cuestiones. Empiezan a surgir preguntas. Ruegos. Una cosa son los enemigos políticos (dentro y fuera del partido, sobre todo dentro), y otra llegar al asesinato en pleno centro de una ciudad civilizada. De traca. Lo dicho, no solo son los testimonios. El odio. El caso de oposiciones con resultados manifiestamente dudosos (hecho que ocurre en toda España, por cierto, con la fortuna de los hijos de alcaldes, de concejales, de números equis de ciertos partidos en ciertas provincias, en ciertas diputaciones, en ciertas comunidades, en España). Demasiadas dudas. Demasiadas. Son de esos juicios que parece que no acaban nunca. ¿Pero ha acabado? Los personajes como Isabel Carrasco llegan a la política para quedar(se). Es difícil que se vayan. Cuando se van, las marchas son sonoras. En este caso, la marcha no fue voluntaria. Muerte en León hace un esfuerzo por resumirlo y que lo entendamos y que hagamos nuestra interpretación. Y sacas la conclusión en primera persona del singular, sacas una conclusión en la que no hay buenos ni buenas pero no están todos los malos. Aquí faltan muchos malos, muchos inductores, muchos cómplices, muchas voces que dieron empujones a personas a hacer una locura, una temeridad, un crimen. Un maldito crimen. El infierno es una cosa muy personal, pero nadie se merece una muerte así. Nadie.
Bosch. Primera temporada
Desde el primer capítulo de la primera temporada de Bosch, te das cuenta de que el señor detective de marras está casado con su profesión. Vive por y por el trabajo. Obsesionado por su pasado y por las procelosas influencias que el pasado tiene en el presente. Un malas pulgas, que se lleva mal con los jefes, un tipo que no se para con jodiendas para conseguir lo que debe. Lo que debe. Y lo tiene claro, aunque siempre eso lo mete en demasiados problemas. Demasiados. A su actor protagonista, Titus Welliver, lo tenemos en la retina gracias a Sons of Anarchy, jugando a dos barajas. En Bosch lo vemos en un personaje sin límite, dispuesto a todo para sacar a la luz los infiernos de su infancia, el dolor por su madre, la angustia de sus compañeros, la inquina de los jefes, la necedad de los fiscales, los jardines a los que te lleva la política. Alcantarillas al poder, en todos los sentidos. Incluídas hijas que te llaman por tu nombre de pila. No es un ejercicio visual fácil de ver, pero de los que hay que ver. La vida en Los Angeles no es de color de rosa aunque tengas unas vistas maravillosas a la ciudad. Todo es una gran mentira en la primera temporada de Bosch. A su vera, el gran Jamie Hector que hemos visto en multitud de series, y, últimamente, en la primera temporada de Quarry. Y búsquedas en puntos suspensivos. Idas y vueltas. Venganzas. Padres con sed. Lo más sencillo es muchas veces lo más complejo. Difícil peso para tan pequeñas espaldas. ¿O era al revés? Veremos como se resuelve el entuerto en la segunda temporada. Y todo lo demás, también.
Coda: Siempre hay que tener un himno para las niñas ausentes.
martes, 27 de diciembre de 2016
lunes, 26 de diciembre de 2016
domingo, 25 de diciembre de 2016
¿Por qué nos gusta el santiabadismo?
Pues, básicamente, porque sí. Porque nos da la gana. Porque nos gusta el artículo 34 (y no estamos hablando de la CE1978). Porque somos de los malditos, de los mal vistos, de los que hablan a sus espaldas, de los que van en contra del viento, de los que andan hacia ninguna parte arrastrando los pies, de los que hablan mal sus compañeros, de los que van en contra de los secuaces del poder y de los adláteres del buen rollo. Y todo lo demás, es mentira.
sábado, 24 de diciembre de 2016
Quarry. Primera temporada
Todo tiene explicación hasta que se vuelve todo inexplicable. Empieza la tormenta de mierda, con doble viaje a Vietnam, ida y vuelta al infierno para encontrar otro infierno en casa. Cuando todo el mundo te da la espalda, todo el mundo te odia, todo el mundo te niega un trabajo digno, todo se vuelve asfixia. Memphis en 1972. Spitz y todo lo demás. Dramas raciales (otra vez). Tormentosa vida personal. Tormentosa vida. Tormentosa. Grandes momentos los de la primera temporada de Quarry, aunque duelan, aunque hagan reflexionar, aunque hagan daños. Hay veces que es mejor tapar(se) los ojos, poner calcetines en la boca, matar básicamente al que se ponga por delante. El drama hecho serie. A veces, es mejor no volver. Es una vuelta demasiada dolorosa. Carcajadas macabras; piscinas que reinventar; deudas ajenas que saldar; pistas con canastas de madera; autobuses infernales; armarios de sorpresa; lanchas de salvación; moteles en mitad del limbo; jefes que deseas matar. El negocio de la muerte hecho trauma. Y con himnos como los de la banda sonora de Quarry hay manera de tragar tanta bilis.
Coda: ¿Qué se puede añorar la guerra? Todos los días. No somos nada sin guerra, sin lucha, sin sangre, sin dolor, sin sufrimiento. Y hay placer (mucho) en la guerra, y hay placer (mucho) en la lucha, y hay placer (y mucho) en la sangre, y hay placer (y mucho) en el dolor, y hay placer (y mucho) en el sufrimiento.
Coda 2: Pero al final, todo es mentira. Todo tiene una explicación. La selva nos impide ver la droga. La selva diaria, la bruma diaria, nos hace pensar en la pequeña mentira pero no vemos la gran mentira. ¿Por qué existió Vietnam? ¿Intereses? ¿Cuáles pesaban más? ¿Nadie analiza la balanza de la mentira pequeña en contraposición a la gran mentira?
Coda 3: ¿Y nuestra máscara particular? ¿Por qué nos persigue? ¿Cuánto nos hace ganar y perder? ¿Nos recreamos en esa máscara?
Coda 4: Pero como antes les decía a mis alumnos, siempre nos queda Van Morrison para escucharlo en los malos días.
El castillo, la sombra y la bandera
¿Qué fue primero? ¿La sombra? ¿El castillo? ¿La bandera? ¿O fue el viento que llevó sombras de nubes? ¿O fue el viento el que movió la bandera? ¿Fue primero la rebelión? ¿Fueron antes las rebeliones que el comienzo de todo? ¿Antes de?
viernes, 23 de diciembre de 2016
jueves, 22 de diciembre de 2016
lunes, 19 de diciembre de 2016
191220216
¿Se puede pensar un lunes de diciembre en el que no pasas el Puerto de La Cadena? ¿Debemos? ¿Podemos? ¿A quién votar?
Enemigo público. Primera temporada.
Bélgica. Bélgica y sus bosques, y sus colgados, y sus policías, y sus cervezas, y sus abadías, y sus dibujos, y sus peculiaridades. Últimamente, con Bruselas y sus atentados y sus telones (con y sin fondo, y sus singulares leyes) parece que solo hablamos de Bélgica para mal. Y sin citar al Duque de Alba, que viene por las noches... A lo que iba, sin Montoro, que ya se encarga él de el otro IVA. Hoy toca hablar bien, muy bien, de Bélgica. De una de sus series: Enemigo público. Tiene una primera temporada digna de alabar: todo tiene un pasado, todo una explicación, todo un mal intrínseco, nada es azaroso, toda imagen tiene su explicación, todo asesinato una motivación, todo suicidio un dolor. Tiempos lineales para universos llenos de horror. Puntos suspensivos que se completan dramáticamente. Relaciones familiares que se fueron al garete, dramas de enfermedades que vienen para quedar(se). Papeles sin terminar. Incógnitas al por mayor. Carpinterías que limpiar. Herencias que no se pueden disfrutar. Discos que escuchar con una copa en la mano. Tumores que no pueden ser extirpados. Le buscamos explicaciones raras a sucesos que tienen causas mucho más sencillas. Amor, desamor, dinero, fraternidad, odio, pesadillas, invierno en los huesos. Y capítulos donde se empieza a entender todo. O casi todo. Y no andar, no vaya a ser que se joda el asunto a peor. La mejor sinopsis de la serie la hace Lorenzo Mejino en su blog. Nada más que añadir de esta primera temporada de Enemigo público.
sábado, 17 de diciembre de 2016
Show sin goteras
Acompañado de María he visto el show del UCAM frente a Retabet Bilbao Basket. Es cierto que los vizcaínos venían de jugar Eurocup entre semana, pero está bien, de vez en cuando, recordar la temporada pasada. Y todo lo demás, también.
24
No. Hoy no toca hablar de series. Toca hablar de los Rockets como bien nos informa NBAManics. 24 triples en un partido. El dantonismo ha vuelto en su máxima expresión.
viernes, 16 de diciembre de 2016
Evaluar hasta bien tarde
Hasta que se haga de noche y caigan chuzos de punta en territorio de la bitaifalidad. Menos mal que siempre nos quedan los Artic Monkeys.
jueves, 15 de diciembre de 2016
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Paternidad hiperprotectiva
Me gusta leer los domingos Papel. Por sus firmas. Y hubo un artículo este domingo de los que hay que leer y releer: Wasap de padres, firmado por Luis Martínez. Esos padres en la guardería, en el colegio, en el instituto. Jodiendo la marrana y poniendo al profesorado a caer de un acantilado, de cuanta más altura, mejor. Los listillos, ahora, son los padres. Y el emoticono de mierda (¿o era de helado de chocolate? a la hora de juzgar al profe de equis asignatura, al maestro de equis materia, a la equis de la casilla doce de la quiniela del domingo. Todo vale para emoticonear, o como se diga ese infinitivo tan de moda. Y un tipo con un helado de mierda junto a su nombre ya ha perdido, de antemano, la autoridad. Y todo lo demás, también.
lunes, 12 de diciembre de 2016
National Treasure. Primera temporada
Vaya marrón al que tiene que hacer frente el protagonista de National Treasure. El pasado se hace presente para sacar una batidora de mierda que no para de crecer y crecer. Y ya sabemos como es la prensa (amarilla y de todos los colores) en las islas británicas. Cuando estás todo el día en la tele, y eres un personaje público, cualquier cosa es posible en Inglaterra. A todo comediante le toca un chiste sin gracia. Un mal chiste sin gracia final. Y salpica a esposa, hija, amigos, vecinos, taxistas, abogados. A todos. No hay delantal del tamaño de esa inmensa cantidad de basura. Y lo mejor de todo es que es real, no hay nada nuevo bajo el escaso sol anglo. Pero hay que darle a la hiel: hiel, hiel, hiel, hiel. Multiplicada hasta que se desborda, hasta que uno vomite, hasta que le salga la hiel por todos los agujeros de su cuerpo. Vaya temporada primera de National Treasure. Sale mierda y se respira solo mierda. Única y exclusivamente mierda. Pero sale sin prisa, buscando los más bajos instintos. Abuso, obsesión, palabras que se cruzan en un juicio. Lágrimas y palabras en mitad del silencio. ¿Mentiras? ¿Mocos cuando alguien dice "no tengo más preguntas"? Todo es relativo en mitad de ese silencio, de ese dolor, de la hiel y la mierda.
Coda: Nada como agrandar el mito, nada como especular con gigantes barrigones con pies de mantequilla, nada como escupir en mitad del Canal de La Mancha. ¿De qué te sirve ganar cuándo estás solo?
domingo, 11 de diciembre de 2016
The Crown. Primera temporada
Siempre pensamos en Isabel II de Inglaterra como esa señora mayor que aprieta un bolso ante la atenta mirada de miles de súbditos. Pero todo es distinto a lo que pensamos. Muy distinto. No todo el mundo nace mayor. La primera temporada de The Crown deja desde el principio el listón (demasiado) alto. No sé si se cumplirá el hecho adelantado de, como mínimo, cinco temporadas más. Isabel II da para eso y mucho más. Y con todo lujo de detalles, desde la boda a la enfermedad del padre, desde pulmones enfermos y viajes de compromiso, de Margarita en busca de casado y de Carlos con orejas saltonas. Todos los detalles están cubiertos en The Crown. Hasta la niebla de diciembre de 1952 que causó miles de muertes y una crisis de gobierno, y los caprichos del duque de Edimburgo, y las perlas del cuello de la reina, y el tabaco de la reina madre María, y la nariz de la reina madre Isabel, y las alfombras y los cuadros y las velas de todos los palacios. Todo. Y el oportunismo del rey que abdicó. ¿Abdicar por amor? ¿Truco de marketing? ¿Y el duque de Edimburgo era simplemente una ameba? ¿Pasa la reina de la humildad a la superioridad? ¿El consorte de rodillas y siempre detrás? Felipe el eunuco. La reina y su autoridad. No sé cómo tratarán el Brexit en la sexta temporada. Habrá que ver las excepciones. Habrá que ver los santos óleos con Carlos de Inglaterra. O tal vez Carlos haga como su tío abuelo, abdicar antes de la coronación. O tal vez, no. Y todo se va a hacer gárgaras, o viajes con disfraces, o enfrentamiento entre hermanas, o retratos de Churchill ardiendo. Porque aunque la motivación es Isabel II, el que mandaba era Don Winston (y si el retrato debía arder, que ardiera, aunque fuera una obra maestra). Y la enfermedad, siempre presente; y el postureo sobre lo que se debía hacer y lo que se tenía que hacer, sobre lo que se debía pensar y lo que se pensaba, y sobre los caballos que debían cruzar(se) o sobre los que tenían que cruzar(se). Hay que tomar decisiones en la vida que duelen, hay decisiones que cansan, hay decisiones que solo llevan a problemas. Pero hay problemas necesarios. Muchos asuntos en la primera temporada de The Crown. Veremos que estiran el chicle en las cinco siguientes. O las que vengan
sábado, 10 de diciembre de 2016
jueves, 8 de diciembre de 2016
La gracieta
Tengo que releer estas fiestas, si los higadillos y los mantecados lo permiten, Las pirañas. Mientras tanto, Miguel Sánchez-Ostiz, nos describe el panorama actual en artículos magníficos como Pícaros y tartufos. Así nos va con las gracietas y groserías de los rentistas de casino cultural y agropecuario. Ilustración perfecta de lo que tenemos.
Estatuas de mármol
Empecé ayer en una clase de 1º de la ESO con 35 alumnos (viva la Escuela de los Annales, viva lo cuantitativo, viva la medición estandarizada de alumnos peculiares y singulares y únicos en su especie en cada una de sus múltiples particularidades) el tema de la civilización griega. La gran y olvidada civilización griega. Les suena a música celestial. Algunos me hablaron de la película 300. Yo empecé hablando de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad. No había baloncesto entonces, pero si les construían a los grandes atletas estatuas de mármol en su honor. Grandes estatuas para grandes atletas. Pies de mármol para cuerpos de mármol. Ahora que se nos caen los palos del sombrajo de los futbolistas que no pagan sus impuestos, que tenemos American Crime Story (y yo sin verla), no está de mal hablar de tipos como Pau Gasol. Barbudo espigado que no es estatua de mármol en nuestro país. Muchos ni prestaron atención a un Spurs Vs Timberwolves. Muchísimos. Pero ahí, en el frío minesótico, volvió a entrar en otra selecta lista. Otra más. Puntos, rebotes, asistencias tapones. Un despiporre de datos, un despiporre cuantitativo: 19.000 por un lado, 10.000 por otro, 3.500 y todo lo demás. Gestos, rituales, momentos buenos y malos. Recuerdo el viernes tarde en el que vi la repetición del Grizzlies Vs Timberwolves (otra vez salen los fríos aullidos de MN) y aquel mate que nos dejó helados en la cara de (tenemos que hablar de) Kevin. KG. El malísimo se lo trago con patatas fritas y Andrés Montes lo narró.
Que si es blando, que si no defiende, que si Phil Jackson le empujó en la eliminatoria contra unos Mavericks que luego fueron campeones. Tenemos, los que dormimos poco, muchas imágenes en nuestras retinas. A este lado del Atlántico, también. La semifinal del Europeo contra Francia y en Hollandeland, también. 40 puntos para cantar el himno francés en Vallsland: "Del cerdo se aprovecha todo, menos las uñas de los pies" (versión vía Alfredo Díaz).
Ya sé que la prensa patético-franquista en muchos momentos (no sé el nombre del que acuñó "patético-franquista" pero acertó de lleno) se pasa en algunos momentos (para lo bueno y para lo malo). Pero tipos como Pau Gasol si que se merecen estatuas de mármol. Y todo lo demás, también.
Coda: Malditas y benditas retinas.
Coda 2: Y es una versión de aquel extraterreste, aquel bestia que nos sorprendía y nos maravillaba.
Coda 3: ¿Tan mayores somos? ¿Ya no decimos Generación del 80?
martes, 6 de diciembre de 2016
Billions. Primera temporada
Empieza la primera temporada de Billions lenta. Sin prisas. Pero poco a poco se va encabronando, salen los más bajos instintos, salen a relucir los colmillos más sanguinarios, salen a relucir las mierdas más extremas. En la empresa, en la familia, en la fiscalía: todo puede empeorar. Para mal o para muy mal o para peor directamente. Nuestro amigo zanahorio de Homeland se vuelve a salir, entre discursos y arengas a los empleados de su empresa, entre momentos de lucidez y renuncias viendo Ciudadano Kane por primera vez. Siempre hay una primera vez para todos, incluso heredando el control de su empresa tras el 11-S. Conciertos de Metallica, saunas, yates. Y ya se sabe la diferencia entre el millonario y el multimillonario, como nos recuerda de tarde en tarde el gran Manuel Alcántara: el millonario pregunta el precio del yate y el multimillonario no pregunta el precio de ese mismo yate ni por curiosidad. "Quiero este yate", dice su índice. O se lo hace a su gusto en Estonia, como ocurre en Billions. Grandes preocupaciones las de los ricos. Romper cheques en la cara. Insultar en la cara. Tragar bilis. Tragar lo que tengas que tragar. ¿Somos más de Curry o de Kobe? ¿Somos de pedir permiso o hacer la maldad sin preguntar? ¿Somos de dejar morir o creer en milagros? ¿Somos de odiar a Papá o pedir perdón cuando queremos algo a cambio? ¿Somos de viajecito en helicóptero o de inventarnos a Papá Noel? Vaya juego el de la primera temporada de Billions. Todo es mentira, pero hay que saber mentir con la habilidad adecuada, con la velocidad justa, con la ortodoxia genética. O tal vez, no. Tal vez todo vale para mentira. Todos nuestros caprichos tienen un precio concreto. La ley de la oferta y la demanda de los caprichos es peculiar, no es fácilmente resumible. En esa balanza, en la persuasión de la ofensa, está la clave. Y dejar(lo) todo atrás. Convicciones olvidadas, grabaciones borradas, ordenadores espiados, ética de trabajo, mentiras podridas. Y un último capítulo de teatro, de ficción, de tablas y gritos y marcos con cheques rotos que guardar. Y todo lo demás, también.
Recordando a don Ambrosio
La soberbia de la juventud perdida hace 11 años y dos meses. Hasta la Mona Lisa envejece. Viva el club de la lucha y todo lo demás.
La (penúltima) de Marc
Haciendo número. Dígitos, dígitos, dígitos. Sumar, sumar y sumar.
Coda: ¿Es una versión mejor o simplemente distinta? Será por versiones...
Coda 2: ¿O tienen razón los que hablan y se enquistan en sus (escasos) números en el rebote?
Esos partidos que no quieres que acaben
Pese que en territorio rajoyesco decidieron televisar un OKC Vs Atlanta (y con realización de Yankilandia), hay que ver entero el Pacers Vs Warriors de anoche. 60 puntitos de Klay en 29 minutos. De traca. Pero todavía hay individuos que lo ven fuera de la bahía. Con un par. Viva la prensa.
Atlanta. Primera temporada
¿Qué hacemos para conseguir nuestros sueños? ¿Dónde está el límite para aguantar lo inaguantable? ¿Cuál es el precio que debemos pagara para conseguir que todo lo que añoramos no sea una simple pesadilla? ¿Cuál es el objetivo de nuestros madrugones? Todas esas preguntas, y muchas más, se hace la primera temporada de Atlanta con el telón de fondo de la música, del rap, de un sin techo que duerme (incluso acompañado) bajo un techo, de un músico que hace de la música un plan b mientras vende drogas. Hacer lo que se tenga que hacer, sin pensar en las consecuencias. Y cuándo las consecuencias te ponen en tu sitio, se te caen los palos del sombrajo. Siempre hay un momento en el que la cuenta se queda a cero, y hay que pedir ayuda, y el castillo de naipes se va a la mierda. Antes o después ocurre y se te queda cara de gilipollas profundo. ¿De verdad que alguien que no sabe quién es Steve McQueen? ¿De verdad que el SIDA se inventó para que Wilt Chamberlain no batiera el récord de sexo? El baloncesto, las miradas, los encontronazos. Sueños rotos. Pecados con penitencia. El pipí como motivo de despido. Los pases perfectos. La redención en mitad de un mensaje de móvil. La perfección en los sueños no existe. Nunca. Es evitable pero el dolor nocturno siempre está ahí. Siempre. Todos nos prostituimos por nuestros sueños, con la diferencia de los ceros. Izquierda, derecha, marxista, sexista, robo a mano armada, seducción intangible. Será por intangibles. Será por bestias. Será por billetes. Todo tiene un precio entre la satisfacción y la necesidad, entre pagar facturas y cobrar egos. La piedad y su concepto depende de la Iglesia que sigamos (y las copas que llevemos cuando escuchemos al pastor que guía a su descarriado rebaños). La multiplicación de las facturas impagadas es la parábola del neoliberalismo georgiano de Atlanta.
Coda: ¿Cuál es nuestro futuro? ¿Dormir en el cuarto de los trastos?
lunes, 5 de diciembre de 2016
¿Olvidar entra en nuestro vocabulario?
La pregunta del millón: ¿Cómo cuantificar todos los libros del último siglo?
domingo, 4 de diciembre de 2016
España dividida. La guerra civil en color
Gracias a DMAX hemos podido ver, en ocasiones por primera vez, imágenes de aquella maldita guerra, sus "personajes", las últimas filmaciones de tipos como José Antonio o Durruti, los duelos en el frente, los generales en sus cuarteles, los políticos con sus trajes y el personal de a pie pasando hambre. Muchas veces, los alumnos, no le dan credibilidad, no le prestan atención, a todo aquello que vaya en blanco y negro. Con España dividida. La guerra civil en color se nos muestra una realidad que, aunque dolorosa, no hay que olvidar. Errores que no repetir, caprichos que hay que obviar, momentos que hubo que reconducir, muertos que no debieron morir. La plaza de toros de Badajoz o Paracuellos, son momentos que no debemos borrar del archivo de nuestro disco duro neuronal de la Guerra Civil Española. Nunca. Buen ejercicio este de colorear el antes y el durante de la guerra, los bandos y sus huídas, las desventajas de unos políticos chaqueteros y de unos militares sin escrúpulos. Todo se fue a la mierda en color aunque siempre lo recordáramos en blanco y negro. Ahora ya no. Simplemente recordaremos que todo se fue a la mierda y se pudo evitar, haciendo un sacrificio, aquella carnicería sin nombre. Carnicería que se hace extensiva, con todo detalle, en el capítulo final y la Batalla del Ebro, o los casi 200 bombardeos franquistas sobre Barcelona, o el bombardeo de aviones rusos sobre Cabra. Y la desfachatez de políticos y militares que jugaron su ajedrecístico ejercicio de testosterona sin contar muertos en ambos frentes. Vaya oportunidad perdida, vaya forma de morir, vaya idea de país que hemos dejado. Vaya mierda todo.
sábado, 3 de diciembre de 2016
jueves, 1 de diciembre de 2016
Flowers. Primera temporada
Vaya familia los Flowers. De traca. Otra de Channel 4 para disfrutar. Entre el disparate y la desesperación, entre suicidios frustrados y muertes hospitalarias, entre desastres cotidianos y amores (re)convertidos. La palabra excéntrica se queda corta. Demasiado corta. La locura cotidiana hecha serie de televisión. Pandilla de raros con genes compartidos; vecinos aún más peculiares; extravagancias en capítulos de media hora. Los Flowers tienen una brújula distinta a la nuestra. Deportes distintos y ligas distintas. En este ejercicio extraño, la primera temporada de Flowers pasa de la carcajada cruel a momentos tétricos de vergüenza ajena. De mucha vergüenza. Extraños momentos de personajes manifiestamente hilarantes. Menudo circo. Y en esta barricada de locura, los ingleses se llevan la palma. Aldabonazos de sarcasmo. Las mejores obras se construyen con albañiles raros. Los mejores libros tienen detrás de la pluma a geniecillos locos, a artífices de manicomio, a esclavos del siglo XXI que no saben que una máquina está fuera de servicio. Pero el manicomio se vuelve sueño sergioalgoriano, se vuelve una daliniana fascinación por lo extraño. Lo efímero de nuestra existencia nos lleva a tomar decisiones equivocadas, (mal)entendidas, encierros en nosotros mismos, suicidios, rayos, huidas hacia ninguna parte. Gran reflexión para momentos en los que el cansancio. Como dice DAJ, "nos creemos que olemos mejor de lo que olemos". Pensamos que todo es colonia, pero realmente es vómito, es sangre tragada en una cama que gira en mitad de la noche. Siempre hay un recuerdo, una ilustración, un viaje por el que vivir. O tal vez, no. La primera temporada de Flowers da mucho que pensar. Afortunadamente, pensar nos mete en líos. Y todos los demás, también.