La estela ácida nos impide seguir el rumbo. Paramos, respiramos, suspiramos, vemos el sol. Los cretinos que nos veían ya hechos calaveras deben tragar(se) sus palabras. Siempre habrá un José de Arimatea que nos preste algún terreno a seis pies bajo tierra. O tal vez, no.
No hay nada cómo tener un destino, un final de viaje...
ResponderEliminar