miércoles, 17 de mayo de 2017
La Guerra Civil Española (Paul Preston y José Pablo García)
¿Por qué utilizar eufemismos para decir garrotazos? Empiezo a leer La Guerra Civil Española, respuesta de respuesta, con Paul Preston en el horizonte (otro tipo con mofletes sobrevalorados) y José Pablo García con la firma al otro lado del papel. Empieza el libro, regalado por Carmen y Pedro, con la disyuntiva de poner en la balanza debate y violencia. Mal empezamos. ¿Qué fueron los pronunciamientos del siglo XIX antes de Torrijos? ¿Fusilados sin memoria? ¿1808 dividió España en dos zonas y opiniones y adeenes equivocados y enfrentados? ¿Se deben hacer esos juicios de valor? ¿Débil burguesía progresista? Poner burguesía progresista en una misma frase nos mete en líos. Varias veces al día. ¿Qué es eso de la mecedora de la oligarquía?¿Me he perdido algo? Paternalismo, amos, pasado. Palabras en una misma frase que nos meten en líos. En muchos líos. ¿Qué pensaría Azaña antes y después de la velada de Benicarló? ¿Se puede decir desamortización sin explicarla antes de la página 7? ¿Tierras comunales? ¿Qué pensaría el profesor Rodríguez Llopis si leyera esta palabras con el Medievo de por medio? Y saltar de criticar a la Guardia Civil (?) a 1868. ¿Se puede pensar en medio del desastre sin control burgués de la sociedad? ¿Brigadier Topete? ¿Antes o después de cruzar el istmo peninsular? Y Prim (viva Reus), y Serrano y otros padres de los hijos de la reina. ¿Carlismo antes de Montejurra? Y Cuba, y la insurreción, y parece que estamos cantando algo entre Manolo y Quimi, entre García y Portet. Vacíos, poder, proclamaciones republicanas. ¿Es difícil empezar un trabajo ante tal sistema educativo? Paz social por encima de cualquier interés proletario (miedo a su desorden). Vueltas a las andadas con la monarquía de Alfonso XII. La mierda de la Restauración, de Cánovas del Castilo a Sagasta y tiro porque me toca. ¿Quién seguía ganando? Los de siempre: olivareros, empresarios del vino, dueños del trigo y similares. El caciquismo del siglo XXI tiene su origen en las manipulaciones electorales del sistema canovista, y lo refleja bien en el libro con el recordatorio de los muertos inscritos para votar. Fanelli llega a España a enderezar los ojos, pero el ejemplo de Jerez de 1892 no fue seguido por más debido a la ejecución de cuatro de los supuestos líderes del movimiento. El bum y bang de los anarquistas en Barcelona tuvo contraefectos negativos. Preston habla de la cárcel de Montujuïc como "la Bastilla española". Tal que así. El asesinato de Cánovas, el desastre del 98, las huelgas de Barcelona y Pablo Iglesias, al que llama inflexible el amigo Preston. El desastre del Barranco del Lobo fue exagerado hasta extremos inimaginables a fecha de hoy. El estado de guerra en Barcelona y todo lo demás, fueron antecedentes claros de la GCE. Muchos botones se ven el dibujo de los trabajadores que montaron la CNT a partir del otoño de 1910. No eran tan descamisados, ni se daba tanta publicidad como ahora a la huelga de 1911. Cambó y sus pajaritas, marcando territorio, que los señoritos ricos de la Lliga Regionalista y los chicos (sin gasolina) del PNV tenía que seguir mandando en casa, en el huerto y en el palacete. Desde la página 18 se empieza a hablar de los africanistas y de lo que despreciaban (respecto a los que no lucharon en África). División sin calculadora entre terratenientes y obreros, entre industriales y campesinos sin tierra. Ejemplos poco valorados como la ACNP y Ángel Herrera también aparecen en el libro de Preston. El trienio bolchevique de 1918 a 1921, con sus huelgas y sublevaciones aumentaron los resentimientos, como también ocurrió en Barcelona entre 1919 y 1921 con los atentados anarquistas. Poco recordado es Antonio García Quejido, y la formación del Partido Comunista, pero Preston no se olvida de él, y subraya la influencia que tuvo en las huelgas de la siderurgia vasca y del carbón en Asturias. Llama Preston a Miguel Primo de Rivera "defensor pretoriano" y subraya la colaboración de la UGT y de Largo Caballero con el gordito con bigotito que tuvo que dimitir a finales de enero de 1930. Haciendo un López Miras, Alfonso XIII utilizó a Berenguer para sus cuitas, pero la dictablanda fue un fracaso que llevó al 12 de abril de 1931. Tras los antecedentes, el segundo capítulo hace referencia a los años 1931-1931 (El desafío de la izquierda). Es bueno recordar a todos y cada uno de los ministros de ese primer gobierno provisional, recordar con sus caretos y sus representaciones. Subraya con boli rojo Preston la dificultad de Maura para conseguir gobernandores que fueran eficaces ante el poder de los terratenientes. El cuarto poder ejercía su presión llamando chusma sin ton ni son. Y la respuesta fue la Acción Popular gilroblista, el carlismo, Renovación Española y Falange Española. Recuerda también Preston la misiva Pedro Segura desde su sede de Toledo para que la Iglesia agitara al personal eligiendo a sus representantes derechistas. Trae a la memoria PP la quema de conventos del 11 y 12 de mayo de 1931 (Sí, Rita, 1931). Siempre hay que recordar. La reforma militar de Azaña se resume en dos páginas, acabando con la trituradora y su recuerdo. ¿Maura y Alcalá-Zamora acusados de judíos? Con las elecciones de junio de 1931 Lerroux actúa de comodín. Y los artículos 26 y 44 de la Constitución de 1931 y la legalización del divorcio y todo lo demás. Y los sudores de Azaña con la reforma agraria y los disparates en Castilblanco y Sanjurjo culpando a Margarita Nelken del lío. Y el fracaso de la sanjurjada el 10 de agosto de 1932 y los nuevos vientos de la República. Y los 24 muertos de Casas Viejas, y el papel (otra vez) de la prensa de derechas, y la aparición de la CEDA. Y Gil Robles, y el apoyo económico de March y muchos aspectos que no siempre se recuerdan. Y el 19 de noviembre de 1933, fecha para recordar porque las mujeres accedieron al voto y los 115 diputados de la CEDA y los 104 de los radicales que llevan al tercer capítulo, Enfrentamiento y conspiración (1934-1936). Y el Bienio Negro, y la marioneta Lerroux presidiendo mientras la CEDA manejaba a su antojo. ¿Qué hacía Fal Conde en Andalucía? Pues lo de siempre. Y más nombres de los que no recuerdas, como el de Antonio Goicoechea, al que sustituyó tras los 3 años fuera José Calvo Sotelo. ¿Refriegas callejeras en 1934? ¿Por qué utilizar eufemismos? Y el deseo de Gil Robles de cambiar la constitución, y los tópicos marxistas en torno a Largo Caballero. ¿Por qué llamar pragmático a Indalecio Prieto? ¿Y por qué no darle más importancia a Julián Besteiro? Y Ramón Serrano Súñer tildando a la democracia de "degenerada". Con un par. Y Rafael Salazar Alonso, Ministro del Interior/Gobernación, uno de los fundadores de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, mostrando su peor cara, antítesis de Carlos III en la alcaldía de Madrid y luego fusilado al comienzo de la Guerra. Demasiados nombres de los que acordar(se). Somos poetas, pero tenemos demasiados sonetos olvidados. Y del Baztán a Alicante, llegando a una tapia de un cementerio de Madrid, como Ricardo Zabalza. Vaya biografías. Y más biografías que nos recuerda el libro, como la de Juan Antonio Ansaldo, el aviador que pilotaba la muerte de Sanjurjo, y su oposición a Primo de Rivera. Hay demasiados puntos suspensivos en estos años, demasiados huecos que llenar, demasiados caminos a Las Azores al final de Taboo. Y las frases gilroblistas (Prefiero un pueblo de locos a un pueblo de miserables). Y la desobediencia de Batet a Franco, la negativa a bombardear Barcelona que provocó su futura muerte en 1937 a pesar de que Cabanellas y Queipo de Llano intentaran salvar su vida. Vaya historia de resentimientos es la Historia de España. Una jodienda con demasiados fusilamientos. Y de Campins, mejor no recordar sus últimos meses. ¿Cómo acabó así alguien que trabajó al lado de Franco en Zaragoza? Habla PP de la "implacabilidad glacial" de Franco para acabar con la sublevación de Asturias en el 34 y cita a Gerald Brenan diciendo que aquello fue "la primera batalla de la Guerra Civil". Opiniones al gusto. Modas. Etiquetas. Pantalón de campana sí, pantalón campana no. Y los antifascistas unidos por el pan y la pan, y a los que sobraba carnaval para formar el Frente Popular. Y más etiquetas, como la de Amós Salvador, al que PP lo califica de "amable" para su cartera de Gobernación (aunque para tutear a Azaña no estaba mal). También se habla de la tuberculosis de Casares Quiroga cuando accedió a Presidente del Gobierno para sustituir a Azaña, que pasó a ser Presidente de la República. La matanza de Yeste de mayo de 1936 como otro de los muchos antecedetes de la CGE. Hace bien recordando los nombres de las 9 mujeres que formaron parte de las 3 cortes republicanas ( de 1004 en total): las socialistas Margarita Nelken, María Lejárraga, Matilde de la Torre, Julia Álvarez Resano, Veneranda García Blanco y Manzana; la comunista Dolores Ibárruri; las republicanas de centro izquierda Victoria Kent y Clara Campoamor y la cedista Francisca Bohigas Gavilanes. Y los claroscuros de la preguerra y las palabras de Casares Quiroga a Prieto: "No toleraré sus salidas menopáusicas". Mas episodios preguerra, como el de Calvo Sotelo llamando al socialista Bruno Alonso pigmeo y citándose para seguir en la calle la conversación. Y las advertencias del Jefe de la Aviación, Ignacio Hidalgo de Cisneros, que no fueron bien tomadas por Quiroga y Azaña. Y la reunión de Mola en Irache el 15 de junio del 36, y la carta de Franco a Casares Quiroga, todo maniobra de disuasión. Y Mola en Pamplona y todo lo demás. Franco y su etiqueta de "Miss Islas Canarias 1936". Vaya tela. Y el papel de Luca de Tena y Luis Bolín para llevar a Franco en el Dragón Rapide. Con todos los accidentes que había en la época y aquel viaje salió bien. Y el asesinato de José Castillo por falangistas y el de Calvo Sotelo por los compañeros de Castillo. Más acontecimientos, más episodios de aquel terror que llevó al drama final. El cuarto capítulo, "El mapa de España está sangrando", del golpe de Estado a la Guerra Civil, empieza con las palabras de Mola de sembrar el terror para dominar la situación desde el principio. Y Mora Figueroa en Cádiz y decenas de casos similares. PP llama "excéntrico" a Queipo de Llano y recuerda su parentesco con Alcalá Zamora (eran consuegros). ¿Por qué Queipo de LLano llamaba a Franco Paca la Culona? Demasiados detalles. Vaya tela, Paco, vaya tela. Y la carta de Franco a Queipo de Llano pidiendo clemencia para Camins, de la que pasó olímpicamente Gonzalo. Y García Lorca en el horizonte, y la columna Carranza y todo lo demás. Dimisión de Casares Quiroga, las horas de Martínez Barrio, la llegada de José Giral. Remiendos en mitad la jodienda. "Dramática decisión", añade PP, de dar armas a los trabajadores por Giral. ¿Comparar la toma del Cuartel de La Montaña del 20 de julio del 36 con la toma de La Bastilla? Recuerda PP también el curioso caso de los voluntarios que se hicieron un nombre durante la guerra como Valentín González (el Campesino), Gustavo Durán o Enrique Líster. Y la muerte de Sanjurjo, y otro de esos "episodios" curiosos, que no casuales, que marca la Historia de España. Recuerda por la 92 PP que Sanjurjo, Fanjul y Goded ya estaban en otro mundo, que Mola era general de brigada (un rango inferior al de Franco) y que Queipo de Llano (de igual condición que Franco, general de División), era mal visto por muchos por sus discursos y sus anteriores contactos republicanos. Y Yagüe y sus masacres/matanzas como las de Badajoz. Carniceros y todo lo demás. Y las andanzas de Bonaccorsi en Baleares. Vaya tela. Y si no tuvo bastante con Badajoz, sumó Santa Olalla. De traca. Y la checa de Agapito García Atadell y la muerte del amigo de Azaña Melquiades Álvarez (con el que había fundado el Partido Reformista en 1912). Y los avances de Varela en Andalucía, como si de un puzzle se tratara. También pone de manifiesto PP el papel de L. Blum a la hora de ayudar a la España de entonces, y las diferencias que había dentro de su propio gobierno. Y Moscardó en Toledo, su resistencia ante Vicente Rojo. Y el cura rojo Enrique Vázquez Camarasa. La quinta parte del libro, "Detrás del pacto de caballeros", las grandes potencias traicionan a España. Sí, cierto, pero España ya se había traicionado a sí misma demasiadas veces. Muchas. Churchill y el galimatías español, las distintas autoridades británicas respecto a España, el papel de Francia, Italia y Alemania, los aviones comprados por De la Cierva, Clement Attlee y las Brigadas Internacionales. También pone PP énfasis en el papel de Roosevelt, del presidente de la Texaco (Thorkild Rieber) y otros mandatarios de Yankilandia. Además, Preston subraya la poca sintonía entre los comunistas españoles dominados por Moscú y los anarquistas y los miembros del POUM. De la Legión Cóndor está casi todo dicho. La línea Gibraltar-Malta-Suez, sumando Suez. Nada como firmar un acuerdo de no intervención e intervenir descaradamente. Y de ahí pasa PP al capítulo sexto, "Madrid es el corazón", La epopeya central. Empieza recordando los nuevos ministros que empezaron a trabajar para un "verdadero gobierno frentepopulista", con Francisco Largo Caballero como jefe de él y Ministro de la Guerra, a los que se sumaron en Juan Peiró (Industria), Federica Montseny (Sanidad), Juan García Oliver (Justicia) y Juan López (Comercio). Estos nuevos cuatro ministros procedían de la CNT. Otra contradicción. Otra más. El general Miaja fue el encargado de la defensa de Madrid. PP llama a Dolores Ibárruri "apasionada oradora". La muerte de Buenaventura Durruti fue un duro golpe aquel ejemplo de defensa, con columnas que hicieron hechos que tuvieron gran repercusión en su momento. El libro, casi como todos, sufre el problema de la estadística. Los fusilamientos de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz suman, para PP, solo unos 1200 presos, aunque como indica el autor los franquistas hablan de 12.000. Incide también el autor en el poco interés de Franco en liberar a Primo de Rivera de Alicantes, donde fue fusilado el 20 de noviembre de 1936, incluso negando el intercambio con la esposa y las hijas de Miaja que estaban encarceladas en Melilla. ¿Fueron las 500 toneladas de oro enviadas a la URSS un timo desde el punto de vista militar? Jarama, Guadalajara y otras batallas aparecen con muchos detalles en el libro. La séptima parte del libro se titula La política en la retaguardia franquista, reacción y terror en la ciudad de Dios. En la Iglesia se encontraron las dos posturas: las que jaleaban a los nacionales como Rigoberto Doménech, arzobispo de Zaragoza, que justificaban la violencia para defender el orden; por contra, opiniones como la de Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona que criticó la matanza de presos en venganza de la muerte de requetés. Se resalta en el libro la importancia que tuvieron los corresponsales de guerra y el modo de vender al extranjero la GCE, con ejemplos como el del primer periodista extranjero en llegar a Guernica, el ejemplo de Noel Monks. El cuarto poder, su influencia y todo lo demás. Se subraya en más de una ocasión como Franco evitó que otros se postulasen para llegar a estar arriba en el nuevo régimen que surgiría tras la GCE, con el ejemplo de Juan de Borbón (no le permitió luchar con los rebeldes en el buque Baleares) o a Gil Robles, al que se criticó por su tibieza al comienzo de la guerra pese a estar en Portugal intermediando ante Salazar. Se relata como utilizó a Manuel Fal Conde y luego lo tildó de rebelde aprovechando su posición con los carlistas. Describe PP como Ramón Serrano Súñer y Nicolás Franco arrinconaron a los falangistas como Manuel Hedilla, por un lado, y al grupo de amigos y familiares de José Antonio Primo de Rivera, los legitimistas, entre los que destacaron Agustín Aznar y Sancho Dávila. La Unificación, otra gran farsa para utilizar a los que habían ayudado en el alzamiento. Serrano Súñer se ayudo de individuos como Ernesto Giménez Caballero para sentar las bases ideológicas del nuevo régimen. Y otro de esos episodios que llevó a la Culona a las alturas fue el accidente de Mola el 3 de junio de 1937. Otro episodio, otro carnal, otra yegua como la del rey que luego cabalgaba Queipo de Llano. Llama PP a Millan Astray "tipo excéntrico". Se queda corto. Nada como recordar de vez en cuando el episodio del 12 de octubre de 1936 en la Universidad de Salamanca, con Maldonado, el señor obispo, Unamuno, Pemán y Carmen Polo sacando al rector del brazo ante la masa sedienta de sangre. Y vuelve a salir Luis Bolín, otra vez, y van varias. Más carnaval. En la octava sesión del libro, "La política en la retaguardia republicana", revolución y terror en la ciudad del Diablo, se detallan estadísticamente el número de generales y coroneles fieles a la República. Y dentro de ese número, se subraya el doble juego de algunos de ellos, baraja similar a guardias civiles y guardas de asalto. El disparate de los tribunales populares se llevó a límites extremos, asesinando a miles de civiles y religiosos. ¿Guerra o revolución? ¿Cuál debió ser el orden? Tras la derrota, los reproches siguieron. Mierda sobre mierda. PP recuerda al Chomsky de 1969 que equiparaba entre la GCE y los movimientos de acción populares del Sudeste Asiático. Ni más ni menos. Ansiedad, punta de pistola, arroz y naranjas. El berenjenal de lo heterogéneo, el bosque en el que se perdieron los distintos grupos republicanos, socialistas, comunistas y anarquista. Difícil puzzle en mitad de tanta orografía ideológica. Y de disciplina, mejor no hablar. Esa palabra no entraba en el vocabulario de la resistencia ante los sublevados. Y tras el final, los prietistas hicieron sangre con los caballeristas. El problema es que no quedaba opción, no quedaba resquicio. La larga agonía fue una sucesión de desastres y hambrunas, de cacerías en bandos propios y ajenos. En la novena parte, "Derrota a plazos" se resumen más episodios de la disensión republicana, de las amenazas del bando franquista a la prensa extranjera, del bombardeo de Guernica y su trascendencia internacional y de los últimos meses de la guerra con el cuñadísimo Serrano Súñer tomando más y más protagonismo cada vez. Se suma la síntesis de los desastres de Teruel, Belchite y Brunete, y el tránsito de refugiados sin rumbo y con telarañas en el estómago. Se recuerdan también los bombardeos en zonas de puertos como Valencia y Alicante, el fin del fin. Con mucha razón se incide en la gran labor de Besteiro en las últimas semanas de la guerra (uno de los pocos políticos de primera fila que quedó en Madrid cuando entraron las tropas franquistas, quizás el único). El capítulo acaba con el parte último de guerra de 1 de abril de 1939 y la marcha desde Alicante y la frontera con Francia de los emigrantes españoles. Al igual que en otro capítulo, el décimo y último, "La paz de Franco", empieza con datos estadísticos. Como siempre, es difícil. Casi como en las manifestaciones, hay que contar piernas y dividir entre dos. El problema es que había muchos mutilados, desaparecidos, personas que no volvieron, que huyeron y no volvieron, que están en las cunetas y muchos no quieren que salgan a la luz. La maldita represión y los campos y las colonias penitencias militarizadas. Hasta 1947, con el de Miranda de Ebro y su cierre, la locura se mantuvo. La supervivencia como utopía, el racionamiento, los certificados de buena conducta, el Valle de los Caídos y otros disparates de esa paz franquista. No está mal buscar un tiempo para volver a traer datos y fechas de esa maldita guerra civil española. Y todo lo demás, también.
Coda: Y si toleramos esto, ya sabemos lo que nos espera...
De verdad existe la historia o está siempre influida por quién la cuenta?
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