martes, 25 de julio de 2017

El pasaje de la luna

Empieza El pasaje de la luna de Miguel Sánchez-Ostiz con música de campanas y nieblas varias. Tipos encerrados bajo los libros y la cocaína. Recuerdos que traen polacos con cámaras, horizontes en la última guerra carlista, recuerdos varios y, en ocasiones, brumosos. ¿Se puede demostrar en ciertas ocasiones que el tiempo no transcurre? La vida sería más sencilla si la pudiésemos reducir a una simple andada. Y las andadas con muchas aristas dan mucho juego, y, con niebla, más todavía. ¿Los caballeros solo pueden llevar paquetes en las manos si son de libros? ¿Ya no se recorta el personal la barba a lo Landrú? Vaya pareja Enrique Estébanez y Eduardo Osten. Y con la andada de turno por Pamplona, van a fiestas y recuerdan momentos. Hay visitas a la brujilla de turno y hay timbas para alejar el mundanal ruido y la descortesía. También nos muestra El pasaje de la luna antros de diverso estiaje. Y niebla, mucha niebla. Y los martes en el Club de los Asesinos, y las citas a Marcos Jiménez de la Espada aunque uno no esté en Cartagena y los ponches en el café Iruña. Historias, historias, historias. Y la peligrosidad del dandismo en las provincias. Máscaras que esconden máscaras, penúltimas puertas. Jaranas con ángeles azules, que ni son ángeles ni son azules. Y visiones nocturnas, y zarzas que enmarcan trenes y todo lo demás.

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