jueves, 6 de julio de 2017

The Leftovers. Primera temporada.

Cuando empecé con la primera temporada de The Leftovers empecé a pensar en sinónimos. En sinónimos de desconcierto. Que de un segundo para otro desaparecen 140 millones de personas a nivel mundial. Tal que así. Y el cataclismo es bestial. Multiplicación de sectas, multiplicación de paranoias, desastres personales, bebidas, perros que matan ciervos y un montón de mierda que empieza a salpicar a familias enteras. O a medias familias. O al cuarto de familia que queda en algunos casos. Lluvia de todo tipo de porquería física y espiritual, con la música de Max Richter para aplacar el sentimentalismo. Demasiada Biblia tuvieron hasta aquel catorce de octubre. ¿Cómo volaron esos 140 millones de personas? ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo dejaron sumidos en la depresión al resto de familias, medias y cuartos de familia que quedaron. Y ante tal cebolla sigues pensando en sinónimos y sinónimos, en sueños y disparos en la noche, en tipos que hablan raro y fuegos que te consumen en un segundo. La famosa locura de los que se quedan, de los que tienen que aguantar la tormenta de nieve, de los que persiguen y no encuentran, y de los buscan y siguen buscando cuando han encontrado los datos que pensaban. O que creían que necesitaban. Y las palomas, a lo suyo. Y pastores vengativos. ¿Una prueba la desaparición? ¿Suspenderíamos una prueba así? ¿O directamente iríamos al infierno de clase B? La prueba puede ser una infidelidad tardía, un desmadre del pasado, un jueves en el que lo negro se vuelve aún más negro. ¿Castiga Dios a sus más fervientes seguidores? ¿Es más importante callarse que decir la verdad? ¿La verdad es fuego? ¿Y si la locura es colectiva? ¿Y si el silencio es una farsa? ¿Y si un encierro en un frigorífico nos hace ver la claridad? ¿Y si la portada de una revista nos puede dar la solución? ¿Con qué yo nos quedamos? ¿Con cuál de ellos? La cuerda, el cuchillo, la estancia acogedora: todo tiene un fin. ¿Previsible? ¿Pistola en caja de juguetes? Carreras en mitad de la noche, bolsas, actividades repartidas, viajes a (casi) ningún sitio. Muñecos que simulan, que hacen recordar. Si las civilizaciones están muertas, vivan las civilizaciones muertas.

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