sábado, 5 de agosto de 2017

Deadwood. Segunda temporada.

Mentiras bien arregladas para empezar la segunda temporada de Deadwood. Comisionando montañas. Jodiendo a las institutrices. Cabalgatas y diligencias. Nada como viudas ricas para engatusar a las estrella más importante. ¿De verdad que los asnos hacen casos si le pegas entre las orejas? Primaverales mañanas de espera, de muertes en bares, de sentimiento en el fondo genital. ¿Hay que salir a la calle sin dar(le) la espalda a algunas personas? Artesas de cerdos y carne orificada de todas clases. Problemas de micción. Insistencia en la estupidez. Miedo a lo que viene de fuera. Pueñetazos en el despacho. Sangre y barro. Y un judío vuelve de la vida con una moneda bajo la nariz. Dejar marchar o matar. Encuentros entre cuernos. Cartas que se pierden y cartas que deberían perder(se). Agobios en mitad de la carnicería. Balas que hay que sacar antes o después. Mentira o humillación. Elecciones sin opio. ¿Montana más importante que Dakota en aquel berenjenal? ¿Se puede vivir sobre un volcán? ¿La verdad y la decencia son incompatibles en la segunda temporada de Deadwood? ¿Esa puta parte de la historia está relacionada con el Destino Manifiesto? Estar de paso, vivir al día, permanecer impasible escuchando disparates. Láudano para todos. Puertas abajo. Casos y cartas. ¿Réquiem por quién? ¿Réquiem por una piedra que no sale? ¿Requiem por unas charlas que no se pueden hacer por la paz del hogar? ¿Es el ruido tan horrible como el futuro? ¿El silencio no demuestra nada? Los relojes son peligrosos en las recuperaciones y a la hora de los vómitos. Comisarios sin poderes reales. Condados peligrosos. ¿Se puede aumentar el guiso con agua? ¿La plebe es una criatura impía? Negros con galones. ¿Hay que soltar los perros para ver si el mundo mueve la cola? Y las muertes tempranas que revuelven estómagos y conciencias, a putas y a reverendos, a ayudantes de todo tipo. Nada como un cadáver junto para que la bilis nos salga y nos de por vomitar aunque no estemos preñados o encarnizados. O, como decía el hombre de la camisa verde, encancerlados por la Big C. O por lo que tenga que venir.

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