lunes, 4 de septiembre de 2017

Narcos. Tercera temporada.

En tres madrugadas raras he visto la tercera temporada de Narcos. Por mucho que se intente humanizar a estos individuos, es imposible. A un sanguinario no se le puede suavizar. Sin la sombra de Pablo Escobar, los restos del escombro del negocio se metaboliza desde Cali. Hermanos, socios, bombas, misas y aleluyas, viudas que buscan consuelo y la avaricia de ganar. La avaricia que rompe el saco y te lleva a la cárcel. Y, por otro lado, los esforzados intentos de Peña y sus secuaces, de la DEA y sus invitados pero con las taras de la embajada de Yankilandia en Bogotá. Y la historia de las grabaciones que posteriormente llevaron al Proceso 8000. Parece ayer, pero ya ha pasado un tiempo. Parece ayer cuándo en clase de Historia de América hablaba el profesor García García de las FARC, de los paramilitares, del narcoestado y todo aquello que empezamos a vivir hace 21 años. Y Méjico en el horizonte. Y todo lo demás, también.

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