sábado, 23 de diciembre de 2017

1864

Bismarck siempre tiene razón. 1864 es una serie de sentimientos y carne triturada por las balas, de llanto y sangre, de euforia patriótica y de derrotismo loco, de gentuza populista y de estadistas que lo tienen todo controlado. Nuevos tiempos. Los generales prusianos viven de recuerdos napoleónicos; los daneses, bajo el mandato de incapaces de psiquiátrico que buscaban victorias con las que perpetuarse más allá del recuerdo de 1851. Entre estándares de mierda y carroña (un 1864 se merecen los cuerpos sin alma que los han redactado), la guerra entre Dinamarca y Prusia se cita de puntillas este enfrentamiento entre 4º de la ESO y 1º de Bachillerato. Bueno, casi ni de puntillas. Una lástima. Ni la de 1866 entre Austria y Prusia, que también aparece al final de la serie. Y, de sopetón, muertos daneses en tierras orientales asiáticas en el presente, que la guerra siempre anda rondando a los nuestros. A los vuestros. A todos. Palabras, cartas perdidas, fuego cruzado, intereses matrimoniales, cobardes barones, alcohol y promesas que cumplir, fuego sobre población civil, curiosidades en el parentesco, esoterismo, valentía. Males, los mismos son en épocas distintas. Mentiras, siempre. Políticos, liantes de tres al cuarto que nos joden, que joden a un populacho que tiene ideas pero que no puede llevarlas a la práctica. Siempre hay un soldado, una intención (mal)interpretada, un rechinar de dientes, una alondra que canta en mitad de una batalla. Y luego, esos mierdas que redactan estándares. Y todo lo demás, también.

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