martes, 12 de diciembre de 2017

4 Blocks. Primera temporada.

Tiene frases míticas la primera temporada de 4 Blocks que conocí gracias a la recomendación (otra vez) de Lorenzo Mejino. Libia y Turquía, rostros reconocibles. Extrapolable a extranjeros de cualquier país con décadas de estancia. La mafia. La policía. Recuerda, por momentos, como bien indica LM a Gomorra. Historias sobre la calle, sobre los permisos para ser ciudadano de un país (en un momento uno de los protas dice que los refugiados tienen más derechos que ellos), sobre el trapicheo, las tragaperras, las discotecas, la relación fraternal y la de amistad. Buenas reflexiones. Y con los hipsters se hace dinero. Residencia no permanente después de toda una vida en Alemania. Así funcionamos. Los 4 bloques: mujeres, cocaína, tragaperras, extorsiones. Los 4 Bloques, y, otra vez, aunque no estemos en Italia, un libanés. Vaya tela. Y siempre hay un falso 9, o debería existir un falso 9, un Muller como el del Bayern o el de la selección alemana. Y siempre hacen falta suministradores, administradores, rodillas en tierra. Cárcel, distancia, velo. 4 Blocks pasa del infierno del Islam a la codicia de la mafia en un Berlín hecho trizas con la porquerías que andan y venden, con la escoria humana y la existencial. Con la escoria de toda la vida. Y la vuelta a los orígenes, y los palos del sombrajo que se caen, y los agentes dobles que se venden por dinero, y el odio fraternal, y las grapas en la cabeza, y las planchas en el pecho, y la cuerda al cuello, y la capacidad de huir, y la posibilidad de elegir, y el duelo, y los insectos y la droga, y la copia del jacksontellerismo y una vez que se abre la baraja no hay ases para todos. Imposible. Ni de coña. Todo se fue a la mierda hace muchos años, el mito de la convivencia y la multiculturalidad es una mierda como el Empire State de grande y hay sextos capítulos que deben ser vistos una y otra vez. Siempre. Vivan los pilares, hasta que caen. Vivan los mitos derruidos, vivan los que gritan en mitad de la tormenta eso de... ¿Y ahora qué?

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