sábado, 9 de diciembre de 2017

Alias Grace. Primera temporada.

Con los saltos en el tiempo del primer capítulo de Alias Grace se pierde un poco la fluidez, se pierde un poco el hilo, pero no es fácil meter(se) en la piel de protestantes y católicos que huyen de Irlanda en el siglo XIX y que llegan a las antiguas colonias, ahora Estados Unidos. Pero una asesina, su médico, su cárcel, sus dueños, sus mierdas varias, van encauzando el camino, aunque no del todo. Esa falta de fluidez, pese al dinero invertido, pese la llegada a Toronto, pese a colores de piel nuevos, babelónicos barros portuarios donde clavar los pies. Pese a todo ello, hay que verla. Sí. Hay que verla, aunque caiga en los tópicos de padre borracho que pega a los hijos y jodiendas con vistas al frío, también demasiado recurrentes. Todo recurrente en ocasiones. Y las recurrentes manos largas del padre, en todos los sentidos, también. ¿Todo eso lleva a una mujer a convertirse en asesina/cómplice de asesinato/o lo que sea? Y más tópicos, bocas que alimentar, ropa sucia, zapatos rotos, mierda de caballo a espuertas, pelo bajo sombreros y pañuelos para mejor no mirar. O sin mirar. Ideas democráticas en mitad de la penumbra en boca de criadas. Nada como sacar tripas a los pollos, nada como gritar en una celda, nada como los experimentos, nada como las chimeneas al amanecer después de una noche y trabajo de costura. La tristeza, el enfado, la desesperación, la falta de humildad. Y pensar en lo peor, y todos al Infierno. Cada uno tiene el diablo que se merece. Algunos, más de uno. Bastantes. ¿La traición tiene un aire despreciable? ¿Seguro?

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