martes, 30 de enero de 2018

The Knick. Segunda temporada.

¿De verdad los días son tan largos? ¿De verdad nos cuesta tanto martillear el cartílago de una nariz? ¿De verdad el negro nos sienta tan bien? ¿Somos demonios en el paraíso terrenal? ¿De verdad nos amó Dios? ¿Qué queda de la gente que queríamos en nuestro corazón? La segunda temporada de The Knick vuelve a plantear preguntas. Volver en plan subordinado. Vivan los caduceos. Vivan. La segunda temporada de The Knick hace pensar sobre las obligaciones: familiares, empresariales, religiosas, espirituales. Todas, en su momento, caducas. Al final, pensar, (te) mete en líos. Demasiados. Y hay que dar explicaciones, y volver a pensar, y sacar gratas sorpresas. Porque en mitad de la noche, a veces, hay gratas sorpresas. Ilustra The Knick (otra vez) sobre las repercusiones que tienen nuestras dependencias sobre las personas que nos rodean, sobre aquellos que nos quieren y nos odian, sobre los que se preocupan y sobre los que desean vernos peor. The Knick es preparación y huída, deseos incomprendidos, malas rachas y partidas nefastas, corrupción y engaño, mafia y deshonor, poder negro y búsqueda de lo que nos salvará. Antes del Canal de Panamá, cualquier cosa es posible. Vacunas, separaciones de siamesas, cánceres maternos, libros y cárcel, lucha y falsedad. No se olvida casi ningún tema. De los malos y de los aún más malos. Los supervivientes, los que lloran, los que aguantan y los que persisten en la enfermedad. Todos tienen su hueco en esta serie. Y los consejos, siempre lejos. Muy lejos.

2 comentarios: