En esa huida hacia ningún sitio que se ha convertido el cine eclesial, ADLI nos vuelve a repetir en El Bar la fórmula del odio hacia uno mismo y hacia los demás, la lucha encarnizada por dejar por detrás al que viene a nuestro lado sin importarnos lo más mínimo. Como en La Comunidad pero sin Carmen Maura. Y otra vez, un espacio reducido en el que sacar los más bajos instintos, nuestro ADN genocida, nuestra sierra en mitad del bosque hasta conseguir el páramo o como cantan TAB, convertirlo todo en un gran campo de fútbol. Pero lo que ocurre es que no siempre la fórmula es perfecta, no siempre nos cuadra el balance, no siempre la verdad gana sobre la mentira. No siempre. No.
No sé yo.
ResponderEliminar