lunes, 21 de mayo de 2018
Heimebane. Primera temporada.
¿Somos más de Klopp o de Bielsa? Siempre que estoy de conversación con lo alumnos, antes o después, sale el ACDB de Bielsa, y su estancia en Francia, y aquella Argentina olímpica. No es fácil liderar un grupo. Y menos cuando no tienes huevos entre casi un centenar de ellos. O como se diga. Heimebane empieza difícil, empieza cuesta arriba. Empieza con la dueña del restaurante de Occupied intentando terminar la Champions con su equipo femenino noruego y, curiosamente, que no casualmente, le llega la oportunidad de entrenar a un equipo recién ascendido. Y los recelos, y John Carew, el mismo que no remataba bien en el Valencia de Cúper, jodiendo la marrana. Y la familia mirando desde lejos. ¿Una entrenadora fanática del Chelsea de Mou? Bajo la premisa del fútbol, Heimebane nos hace reflexionar sobre el machismo en general, y sobre el del deporte en particular. ¿Está alguien capacitado con ovarios a llevar un equipo de primera? ¿O simplemente hacen falta testículos para liderar un grupo de tipos? El problema son los resultados. El deporte no son matemáticas. Mientras veo Heimebane se está hablando de la posibilidad de que Becky Hammon pueda ser entrenadora principal de un equipo NBA. Sensaciones. Hasta Gasol ha hablado de la capacidad de Becky después de estar de asistenta de los Spurs. Heimebane reflexiona sobre temas tan bíblicos como la vuelta del hijo pródigo, la capacidad de liderar, la enfermedad mental, la huída hacia adelante, los abusos en mitad de una tormenta. ¿Eres bueno para algo? ¿Debo invertir en ti? Heimebane se ve en estado constante de tensión. No hay magia para los malditos. Nunca. Y también se pregunta sobre los problemas mentales de los deportistas. Desde fuera, todo parece bonito. Pero no. No lo es. Para nada. Y la conciliación de la vida familiar y la profesional, y los hinchas que no encuentran el límite entre lo que no hacer y lo que no decir, y los directivos con su infecta (mal)interpretación de los hechos. Heimebane nos pone del revés los palos del sombrajo. Y todo lo demás, también.
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