miércoles, 18 de julio de 2018

Cuando conocí al Chapo

Sin investigar mucho sobre el tema llegué a Cuando conocí al Chapo. Si investigas un poco, encuentras información de todo tipo: chascarrillos, machismos, jodiendas con vistas a Sinaloa, historias sobre el Chapo, jodiendas que conocemos por series o por lecturas atemporales. La historia de Cuando conocí al Chapo es la historia de una utilización, la historia de una persecución, la historia de una humillación. La historia de Méjico. Otra vez. Tres capítulos que muestran el modo de atemorizar y arrinconar a una persona. ¿Inocente? No estoy yo aquí para juzgar. ¿Hubiera ido yo a encontrarme con el Chapo Guzmán? También es una historia de dinero, de telenovelas y de Teresita Mendoza, de mezclar realidad y ficción, de dejar(se) usar por tipos sin escrúpulos. Y siempre hay que buscar ejemplos, meter miedo, joder la marrana, apostar por una jugada para que otros se coman el marrón. Cada políticucho sin escrúpulos ni programa tiene un Franco que desenterrar. ¿14.000 millones de dólares? ¿Entregar al Chapo a Trump como una cabeza de un Juan Bautista al inicio de su mandato? Un tuit, una carta, una familia, unos amigos, una vida que nunca volverá a ser igual. Nunca. Ya lo dijo FP: Never, never, never. Mejicanos persiguiendo mejicanos. Una novedad, ¿no? Abogados, películas, viajes, entrevistas. Visiones distintas del asunto. (In)capacidades manifiestamente mejorables. Villarejadas hay en todas las latitudes. En todas. Montajes, imprudencias, asuntos mal presentados, digestiones que acaban en vómitos. Mal de altura, blanqueo de dinero, acusaciones falsas, tequilas y fiestas de fin de año. Mensajes de teléfono alterados. Mentira sobre mentira. La sierra, el canto del gallo, y seguimos preguntándonos: ¿Dónde está el dinero? Y todo lo demás, también.

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