domingo, 5 de agosto de 2018

El dolor de los demás

Empecé a leer El dolor de los demás un 4 de agosto de 2018. En Aljucer. Ya no sé si Aljucer es huerta o no. Aljucer también tienen sus asesinatos, sus suicidios, sus Yeguas, sus habladurías, sus chismes, sus mierdas. El que no ha vivido en la huerta no sabe lo que supone esa atmósfera. Cada mote, cada palabra, cada asunto, tiene su significado. O muchos significados a la vez. Miguel Ángel Hernández Navarro da un paso más después de Intento de escapada y de El instante de peligro. Un rato antes de empezar a leer El dolor de los demás estuvieron en casa de mis padres, Jesús y Lali para verme ante mi reciente dolencia ligamentosa y mi cojera crónica agosteña. Ya no hay tanto limonero en Aljucer, pero siempre recordamos la historia del Dioni II, o las andanzas del hombre de la camisa verde, o el modo de morir del cura Leal. Los pueblos, la huerta y todo lo demás. Da igual que nos vayamos al Lejías de Torreagüera, al Carrasco de Aljucer, al Guiti de Alquerías, al Jara y García de Beniel. Siempre, en un sitio de estos pueblos, encontraremos, recordaremos, intentaremos entender lo que pasó cierto día y a ciertas personas. La muerte del raro. Escribe MAHN que hoy, en cualquier centro educativo, al amigo con el que pasaba muchos ratos y que hizo el disparate que cuenta El dolor de los demás lo habrían diagnosticado como autista, como Asperger. Ahora todos los niños son diagnosticados de algo (o como dice un compañero de hace algunos años, todos los niños que sus padres quieren que sean diagnosticados son diagnosticados). En fin. Que el tal Nicolás era un raro de mucho cuidado. ¿Pero quién no es raro con menos de 25 años? ¿Quién no es raro después de ser monaguillo? ¿Quién no es raro después de pasar por la EGB y los cursos de preparación de confirmación? Todos somos raros, todos hemos sido raros, todos hemos sido distintos. También escribe MAHN sobre las pintas que teníamos esta bendita generación del 77 (sí, MAHN, mi padre vio en el libro que me trajo Jesús esa noche que eras de la quinta del 77 y que eres el hermano de José Antonio). Todos tenemos una etiqueta adscrita, todos tenemos un pasado, todos tenemos una foto o un video en el que estamos más gordos de lo que creíamos haberlo estado. ¿O era al revés? Cuando estudiaba en el IES El Palmar, hoy rebautizado carrascoyzadamente, un compañero se suicidó después de que su padre se lo llevara un día del instituto diciendo que en casa se iba a enterar; hace poco más de un año, Lucía, una niña que vivía en Aljucer, se suicidaba después de acosos en otro instituto de la huerta, en Patiño. Todo está aquí por algún motivo. Repite MAHN, poniendo en boca de vecinos, que ahí había mucha mierda. Habladurías básicas de pueblo: que si los hermanos estaban liados, que si la hermana estaba preñada, que si, que si, que si... La misma historia de siempre. En la huerta, antes o después, te toca apuntarte a una hermandad, te toca cargar el trono de la virgen o del nazareno o del crucificado, te toca tocar las campanas cuando fallece el cura que estuvo muchos años en la parroquia, te toca tomar dulces en Navidad aunque no tengas malditas las ganas de tomarlos. Los que hemos estado cuidando a alguien en Navidad recordamos cada uno de esos momentos, recordamos las lágrimas derramadas escondidos en cualquier cuarto. La puta huerta y sus daños colaterales. Sus muertos. Y todos, o casi todos, conocemos a alguien que comparte hermano y padrino. Dos en uno. Más de uno, más de un hermano. El pueblo, la huerta, dolores ajenos que son propios. Mis hermanos Alfonso y Pedro si que fueron monaguillos; yo, por contra, no. Voy a misa todos los domingos y fiestas de guardar y días de precepto, pero llevo sin comulgar casi 26 años. Cosas que pasan en los pueblos, cosas que pasan por leer en los pueblos, cosas que no deberían pasar y pasan en los pueblos, que pasan donde antes había huerta y ahora hay pisos y dúplex en los que el aire acondicionado chirría las 24 horas del día, antes y después de la procesión, de la romería, de las jodiendas con vistas al bancal y con el agua que, anteayer, iba por los brazales para regar los pocos limoneros que quedan. Y siempre hay que huir un rato de la huerta. O intentar huir. ¿Qué decir ante el hermano de dos muertos? ¿Lo siento? No sé yo. En mi caso, yo soy más de "no tengo palabras". Porque es verdad. Muchas veces, en los tanatorios, en la iglesia, no me salen las palabras y digo el manido "no tengo palabras". Hace tres semanas y pico falleció el hijo de mi primo Manolo, Rosendo. Me "tocó" estar en su casa hasta que llegaron los servicios funerarios, me tocó cargar la caja para meterlo y sacarlo de la iglesia, me tocó ver el momento en que lo metían en una bolsa. 31 años tenía Rosendo. Lo dicho: no tengo palabras. El dolor de los demás es un suceso preInternet. Lo que no está en Internet, no existe. Siempre le digo a mis alumnos, cuando me dan trabajo, cuando tengo "el privilegio" de trabajar unas horas, que si yo hubiera tenido Internet no hubiera acabado el Bachillerato. Ni de coña. Se ríen los zagales, pero saben que es verdad. ¿Qué hubiéramos escrito en Twitter la noche de los acontecimientos de El dolor de los demás? ¿Qué comentarios hubieran salido por Facebook? Todo hubiera sido distinto. Verdades, mentiras, medias verdades. El vaso siempre está medio vacío, el vaso siempre hay que llenarlo, el vaso siempre hay que "espumarlo" porque MAHN si que ha "espumao". En un Videodrome, el programa de Radio 3, Gregorio Parra dice que Auschwitz no hubiese existido en época de Twitter porque nada más tener conocimiento se hubiera hecho viral y no podría continuar esa locura. Pero las locuras preInternet, siguen existiendo, como el Real Murcia de Mesones en nuestro recuerdo. Y sí, perdimos la promoción contra el Real Zaragoza. ¿Por qué hay que desenterrar a Franco? ¿Por qué no hay que desenterrar a Franco? ¿Por qué monumentos conmemorativos de Prieto y Largo Caballero en Nuevos Ministerios? Será por preguntas, será por Nochebuenas, será por joder la marrana. También analiza el cambio terminológico a la hora de tratar estas muertes. Ahora, en 2018, todo hubiera sido distinto y el feminazismo reinante hubiera distorsionado el fratricidio. No hay color, en ciertos sentidos, hemos ido a peor. Y no solo escuchando a Carmen Calvo hablando de Don Quijote. ¿Tragedia romántica? Puede ser, tanto o más que un tipo apellidado Huerta y ser el ministro más corto de lo democracia. O, casi casi, el más cortito. Huertas, Huerta, hortícolas al poder. Curioso, que no casual, que las casualidades no existen. O volver a leer Las pirañas. O leer Las pirañas cuatro años después (otra vez). Con los libros pasa como con muchas cosas, que no sabes cuando los volverás a probar. En primera persona del singular. Escribe MAHN sobre todas las mierdas que hacemos por los putos compromisos. Amén. Misa de 6, como ese gran bar de Murcia. Pero nadie se acuerda de lo importante. O de lo que fue importante en una época. No creo mucho en las tradiciones obligadas (José Perona hablaba de las tradiciones como modas envejecidas): Yo me tomo el arroz con cuchara. Siempre. ¿Hay siempre una Sor Francisca en nuestra vida? ¿Quién te dejó a ti discos de música clásica? ¿Tomás Luis de Vitoria por Los Planetas? Siempre Los Planetas. Andar no aclara las ideas. Andar es de pobres, por mucho que un cura te diga lo contrario. Siempre le digo a mis alumnos lo que nos recuerda Manuel Alcántara a menudo: No conozco ningún cartero que andando llegara las 120 años. Mateo Campuzano no solo ponía los goles del Real Murcia. Hacía de todo en Tele Murcia (o TeleMurcia). No teníamos cadena autonómica. Tele Murcia (o TeleMurcia) y poco más: Ana Radigales y algunos compañeros más. Los resúmenes del fútbol, ver la tele antes de volver al colegio por la tarde, o los programas pro la tarde en la la 2 (desconexiones territoriales). Y los partos de los gatos... Yo, en Aljucer, con la Tita Isabel, lo que hacía era tirarlos a la acequia. Era lo normal. Hoy, los hitlerianos defensores de los animales, me matarían. O algo peor. Vaya usted a saber lo que me harían. Y también en la Parroquia he leído el Evangelio en Semana Santa. Incluso, tras un SOS, domingo sin dormir, FICA y Mariano Rojas, me levanta las cejas Don Patricio y me dice de leer en la misa que no era la de las comuniones. Lo que no pase en un pueblo, en la huerta o en lo que queda de huerta, no pasa en ningún sitio. O en casi ningún sitio. También retrata bien MAHN las entrañas de la justicia, y de los secretarios judiciales, esos dioses, aunque no siempre sean simpáticos como el bueno de Rafael Martínez Cuadrado. Incluso nos recuerda al compañero de clase de don Andrés, Leonardo Cano y La edad media. Nos hacemos mayores. Muy mayores. Y palabras y más palabras, y heridas abiertas que a veces se pueden intentar cerrar. O tal vez, no. Y ya lo escribió Montero Glez al principio de Sed de champán: "El pasado o se olvida o se magnifica". No sé si El dolor de los demás sirve para olvidar, para magnificar o simplemente para terminar un rato de un domingo de verano. O quizás no entendí nada del relato.

2 comentarios:

  1. Me refería "No sé si El dolor de los demás sirve para olvidar, para magnificar o simplemente para terminar un rato de un domingo de verano. " Buena entrada.

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