jueves, 25 de abril de 2019

Todo sigue tranquilo

No recuerdo leer nada sobre Chusé Izuel hasta que leí Amarillo de Félix Romeo. Vaya manera de pasar el tiempo. Ahora he leído, muchos años después las historias de Todo sigue tranquilo. El orden de las lecturas, las pajas mentales y todo lo demás. Empieza con citas de Nietzsche y Henry Miller. Empieza con Desacierto, con frío y estufas que no calientas, con radios que enganchan Radio 3 y con reglas y con alientos que delatan. Y Rosendo, y AC/DC y todo lo demás. Y para acabar, con el gran apagón, los putos Ramones. Putos flequillos. La siguiente pieza es Un 24 de julio, o con jotas mayúsculas, con jotas de cartas, o con jotas aragonesas. O con los putos Beatles después de los putos Ramones. Está bien leer cosas que pasan habitualmente. No. No todo es Bioy Casares y Borges aunque me gusten mucho Bioy Casares y Borges. Cortázar, no (de momento). Y bares y cumpleaños (propios y ajenos). Siempre que pienso en cumpleaños pienso en primera persona masculino singular. Pero no. Hay más. Mucho más. Viva la austeridad silenciada. Y la otra, también. O no. Que se joda la austeridad, el recorte, la tijera y los que nos joden la existencia. O no. Viva la cerveza, y todos por cerveza, y un universo por cerveza. Ayer hablaron de dos planetas en un debate electoral. Mejor que Izuel se lo tome todo a chufla de martes del Bando donde esté. O no. Vaya usted a saber. La tercera píldora del postbando es Toda una tarde por delante. Las tardes son mejores cuando no tienes obligaciones. No todo compensa. Ni de coña. 26 años después una llamada a un teléfono fijo suena a broma; entonces, no. Está mal redactado todo está pero me da igual. El Apocalipsis, con o sin el espíritu de Sergio Algora, siempre está presente. Siempre. Izuel trae a la memoria esos silencios en el fijo. Nada de mensajitos a los diez segundos de colgar. No. Nada de tuis, ni estados de mensajería, ni jodiendas con vistas a La Manga en el Facebook. No. El teléfono (de toda la vida). El de siempre. Casi siempre, después de esas llamadas, había lágrimas. Ahora no. Ahora todo es cotidiano. Se han perdido las buenas costumbres. Pedir perdón. Disculparse. Y todo lo demás. Ahora todo es inmediato. Todo es mierda. Bueno, EHDLCV diría que todo es mentira porque todo es mentira. Para cuartear, como si de cerveza se tratara, llega En la guarida de los moribundos. Ni limbo, ni infierno (con rey llamado demonio, que diría el otro) ni cielo. Guarida. Moribundos. Todo a la vez. Es miércoles pero podía ser cualquier día. Pregunto, sin motivo aparente muchas veces a los alumnos, si consideran peores los lunes tarde en invierno o los domingos. Hay de todo en la viña del Señor, con uvas y sin avispas, con dolor de huesos y humedades. Huelgas estudiantiles, ocio variado, pensamientos que no llevan a ningún sitio. "Tertulias del descojone", escribe CI. ¿Son los profes los que no saben que hacer con los alumnos? ¿Es al revés? Crujir de dientes en el COU. Ahora dices COU, dices BUP, y los niños de la LOMCE te miran mal. Te matan con la mirada, te perdonan la vida, te joden en tu conversión camino de Damasco... o de la parada del autobús. "Uno para todos y todos contra uno". Yeeeeeeeeeeeeeeeeepa. Viva la indolencia. Viva el joder no sé de CD. No sé yo sí CI vio alguna vez un estercolero de pueblo. Vaya usted a saber. Aztecas, caracoles, reencarnación. El futuro, ese hijoputa al que destronar en el salto al vacío. O no. De ahí pasamos a Abrazando recuerdos. Vivan los recuerdos. Vivan los 90's. Vivan los himnos olvidados y los que siguen aquí, vivan las caricaturas de ti mismo y el autismo estructural cuando te preguntaban la hora por la calle. ¿O era al revés? ¿Nos vemos mejor que ayer? ¿Mejor o peor que hace 20 años? Abrazando recuerdos es una puta declaración de amor en toda regla, entre bolis, cuadernos y remordimientos propios que nunca se deberían poner por escrito. O sí. "Emborracharme de tu ausencia", escribió CI. Cierzo, cierzo y más cierzo. Abrazar recuerdos... como si fuera tan fácil. Estoy imaginándome esa "ladilla en el escroto de un orangután". No es nueve de julio, pero todo es algorariano en esta vida. Cada vez, más. Mucho más. Vivan las "meadas cerveceras". Y que nunca falten. Nunca. Ya lo dijo tito Floren fichando a David y a la canija: "Never, never, never". Nada es atractivo a cierta edad. Nada ni nadie. Y más cierzo. Y sentencias lapidarias, noches que no acaban casi como otra canción de CD: "Tengo veinticuatro años y soy un anciano que agoniza, que se atraganta con su propia saliva, que se caga en los calzoncillos, que se tropieza con sus pies, que busca la salida última, que le tiene pánico a su mismo nombre". Vaya resumen para una generación. Ni libros de Anagrama ni pepinillos en vinagre. Aquí somos más de cebolletas y guindillas bien picantes. Y después, Todo sigue tranquilo. Vivan los disgustos, sean temporales o regionales, sean de un vaso de agua o de divorcio de por vida. CI, uno de los nuestros: "Nunca me he sentido solo con una cerveza debajo de mis narices". Y ya nadie se pide jotabés en el bar. Ni los críos del equivalente al COU saben lo que es un jotabé. Me cago en la puta. No lo saben. Desamor en tiempos de la locura, de ponerle valor al asunto y quitar(se) de enmedio. Como cantan los Viva Suecia, "el problema es que te gusta reincidir". A todos. Y frases que se cumplen cuando se escriben (¿o era al revés?): "—Me voy a suicidar —afirmó—. Sí, me voy a suicidar. Sin Pili, nada". Ese "sin Pili, nada". Lo lees, y, luego, biografía. Submarino en el Gran Cañón. Todos hemos vivido (de lejos) esas "situaciones que dan sed". Mucha sed. Sed de champán monterogleziana (o de la otra). Enanos con nombres que no sabemos. Enanos con mucho pelo. Y luego, pedir un baril (crack CI). Un puto barril. Y después, Atardeceres. Los títulos son difíciles de escoger. ¿Cómo acertaba casi siempre Manuel Alcántara con el nombre de su columna diaria? Empieza preguntándose CI sobre la vuelta a casa. Sobre llegar vivo. Sobrevivir. Supervivencia. Una borrachera olvidadiza y la guerra de Bosnia. O de Ruanda. Una de cascos azules para salvar la vuelta al colchón propio, porque el ajeno no se soba en esas condiciones. Vuelta al bar y todo lo demás. Y después, Calor. Con o sin escuela, que diría el otro. Fracaso y vida cotidiana, y cerveza fría y relatos que se leen rápidos y vuelven a acabar mal. Y luego, Pequeñas historias. En plan Borges, cortitas. Cerveza y conversación y una buena historia. No hace falta que sea perfecta. Y después, Enamorados, o no tanto. Más tarde, Toses y bostezos, y lo que haga falta (vomitonas, resacas, recuerdos de cerveza y Pasport). Qué tiempos, pijo. Y si luego hay que recurrir al zumo, se recurre. Al zumo, o a lo que haga falta. La siguiente, como si estuviera CI en Murcia, Ojalá llueva. Ya sabemos lo que decía aquel tipo en el película después de hacer fotos (¿o era antes?): "Los días de lluvia solo se pueden hacer dos cosas; y a mi no me gusta jugar a las cartas". Cerveza Ámbar y preguntas sobre la sinceridad. Pasar tiempo con alguien (que cada uno saque cuentas con su adscripción a la Escuela de los Annales para sumar horas y días y meses y décadas) no supone sinceridad. No. Vivir el día a día, sin planes. No se puede pensar en el mañana porque no hay mañana. No hace falta repetirlo continuamente. ¿Por qué cuestionar lo que hacen los que están a nuestro lado? ¿Por qué hacerlo continuamente? Es ZGZ pero podría ser cualquier ciudad, cualquier momento, cualquier situación cotidiana. Contándonos cosas es la siguiente. Aunque, a veces, mejor no contar. Que pasen las cosas y punto. Para seguir, Neveras y frigoríficos (de las que sacar). Salto de mata, puertas abiertas y apariciones sorprendentes. Y para ir acabando, De vacaciones. Para cerrar el círculo, un círculo que no se podrá volver a abrir, pero que es finiquitado con La mejor de las soluciones. ¿Existe de verdad? Y saltar para no volver nunca jamás. Coda: ¿Nos sigue evocando el desamor? Coda 2: ¿Siempre un matiz? ¿Siempre sombra de duda?

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