sábado, 25 de mayo de 2019

Informer. Primera temporada.

La historia se gana con bombas y balas. Un tipo dice eso en un barco (o algo parecido) en el primer capítulo de Informer. Otra de las que hace pensar. Y mucho. ¿Qué hacemos por...? Antiterrorismo y la gallinita ciega. ¿A quién reclutar para informar sobre el Islam radical en UK? Amigos que no son amigos: ratas. Ratas que se venden por lo que sea. Aprovechar el momento. Partidos del Arsenal: "No se envía al canario a una mina sin más; antes hay que meterlo en la jaula". Familias de mierda en un país de mierda. Pasado, tatuajes, drogas, cojos, esposas locas, novias con equipaje, policías con muchas goteras, líos que cuadran un círculo. O varios círculos, como un podemismo post 15M. Tipos que no hablan. Vivan los extranjeros en el país de los extranjeros. Normandos en Inglaterra. Ya lo preguntó Mou: "¿Por qué?". La primera temporada de Informer deja muchas preguntas en el aire; no todas tienen contestación. Para que existan peces gordos hacen falta peces chicos. Y tiburones. Y en mitad de esa carnicería hecha pescadería, espinas y raspas, salta todo por los aires. Juega Informer con las consecuencias de nuestros actos en los que nos rodea: a todos afecta. De una manera u otra, la catarsis llega transformada en drama, en pasado oscuro, en dobles vidas que esconden secretos y tortura interior, kilométricos desmanes y llanto en mitad de ningún sitio. Y todo lo demás, también.

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