miércoles, 9 de octubre de 2019
Our Boys. Primera temporada.
Empiezas a ver Our Boys y, desde el principio, el sentimiento es de angustia. Sabes que van a morir, sabes que va a morir, sabes que se va a liar con la Torá y el Corán a cuestas, pero no tiene remedio. Ninguno. Ni ahora ni en 2014 ni nunca. Imposible poner a este personal de acuerdo. Le doy vueltas y más vueltas en la cocotera al conflicto en Israel. Soluciones, ninguna; promesas, todas las que vengan y más. ¿Para qué? Para enquistar más el asunto. No tiene solución. Ninguna. Y el personal sufre y todo lo demás. Nuestros chicos y lo que puede pasarles en cualquier momento. Menudo asunto el que ocurrió en 2014 y lo que trajo aquello. Pero todo en esto de la religión, y el problema árabe-israelí es mentira. Todo se trata de mantener el chiringuito, los privilegios, el decirnos lo que tenemos que hacer y lo que no, el fanatismo, el tapar(las) de arriba abajo, de vender la estrellita y la media luna como si todo girara en torno a ellos. ¿Y quién sufre los daños colaterales? Las familias. Vivan las fábulas educadoras repletas de fanatismo y cerrazón, de cierres socioculturales (parezco FCJ) y de mierdas disfrazadas de religión. Y el cambio en las familias que sufren. Porque al final, después de tanta mierda, hay mucho sufrimiento y odio, jodiendas con vistás al Tiberiades y a montes en los que asesinar. Y todo lo demás, también.
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