viernes, 4 de octubre de 2019
The Politician. Primera temporada.
No pasé del segundo capítulo de AHS. Y con The Politician estuve casi a punto. Casi. Pero había que hacer un esfuerzo entre mapas, climogramas y perlas de colores. O perlas de toda la vida. Dice Rosa Belmonte que esto serán 5 temporadas y hay que habrá que esperan a lo que Ryan Murphy se le pase por la cabeza. Empieza con una lucha y un suicidio, libros y biografías de presidentes, novias que se pasan al lado no binario y oscuro de la vida. Todo mentira. Todo mentira. Siempre. La primera temporada de The Politician, entre dolor y sacrificio, es una metáfora del odio y de la envidia. Tengas mucho, seas adoptado o hijo de un bengalí y muy deseado, al final el asunto va de envidia o tengo números rojos en la roja cartilla de ahorros. Sí. Todavía está el personal así. Lo mejor es aceptar el dolor, el segundo plato, utilizar el cáncer, utilizar las redes sociales para decir que es mentira. El misterio y las cornetas. Las jodiendas. Las lágrimas. Las corbatas. Cafres del mundo, formad un partido politico y conquistad el errejonismo. O leed el Eclesiastés en las puertas de un casoplón con tinajas en Galapagar. Poned a vuestra exnovia detrás de una columna. No hay nada nuevo bajo sol. No. Nada como no entrar bajo una puerta, nada como dar pena, nada como un mundial de atletismo en un país de cafres y cafres que solo son dictadores caloríficos. Y en ese capítulo segundo del Eclesiastés, leído con Tame Impala de fondo o con el Chicago de Sufjan Stevens, está todo: "Turn, turn, turn". Y la señora de AHS, la señora del cartero que siempre llama más de una vez, y los guantes para coger las rosas y los cuadros de mamá y las universidades que te hacen esperar. Y todo eso, con dinero llamando dinero. Todo es mentira hasta en la enfermedad, hasta en la discapacidad (no hace falta ir a Aragón, ni a Argentina). Pensar que eres Obama y acabas siendo Ford. Tito Gerald. Todo mentira. Todo picante. Todo un zumo de piña caducado servido por unas monjas que deben pensar en la utilidad del infierno. O de la ausencia de infierno. Del puto infierno. Y si hay que ver el intento de asesinato de Reagan diez veces, pues lo vemos. Una y otra vez, en bucle. Hasta el infinito. Hasta el puto infinito. Y recrear el de AL. Y lo de Martina Navratilova... De traca. Y buscar pretextos, y renacer de las cenizas y escapar y salir corriendo y volver a reunir al jodido grupo fundador.
Coda: ¿El grupo fundador? ¿De verdad se pueden reunir viejos amigos/enemigos para recrear un asunto en plan retador?
Coda 2: Ríete tú de triángulos, de hermanas carpinteras, de exnovias fundadoras de partidos, de la partitocracia real, de la ilusión de la delicadeza, de la melancolía (¿no era bilis negra?).
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