viernes, 15 de noviembre de 2019
La casa de las flores. Segunda temporada.
Vuelve el si-la-be-o, vuelven las cuitas de la familia florista, del cabaret y de las canciones de Mecano y de La Bien Querida. Vuelve, para quedarse sin la jefa de los indios, La casa de las flores. Con distintos problemas, con un ritmo más lento pero igual de ojiplática que siempre. Sectas, gloriatrevismo, concurso, liberalismo en mitad del conservadurismo. Siempre con sorpresas, con giros inesperados, con talento y con puntos suspensivos. Telenovelismo ilustrado, estrellas y guirnaldas, citas a escondidas y mentiras una detrás de otro. La familia y sus daños colaterales. Iglesia y golpes de pecho, responsabilidades sin compromiso, dolor y llanto en mitad de la cobardía. Con La casa de las flores no hay medias tintas, no nos quedamos en retaguardia.
Al final todo es mentira pero necesitamos una explicación, una jodienda con vistas a la caja de pino. Antes o después te sacarán a hombros, aunque no tengamos cadáver ni restos ni cenizas con las que hipercontaminar el Mar Menor (otra vez). Vivan los féretros de importación.
Coda 2: Viva ese nosotros, nosotras, nosotres... tan de Federico.
Coda 3: ¿Cómo cuantificar los peores días de nuestra vida? ¿Cuál fue el tercer peor día de nuestra vida? ¿Cuál fue el quinto peor? ¿Comparándolos con los mejores?
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