martes, 12 de noviembre de 2019
Somos la Ola. Primera temporada.
Resulta que la Revolución Alemana no la lidera una tía enseñando tetas con la bandera de Francia. No. No. La Revolución la lidera un alemán que está en un centro por medidas judiciales, con zapatillas Nike, pantalón de chándal de Kappa y camiseta de St. Pauli que lucha y mete sus ideas a una futura estrella del tenis, a un gordo agricultor jodido por el mundo, a una dibujanta que sufre acoso escolar y a un moro. Ríete tú de Élite. Reinserción o muerte. Colchones viejos. Huir. Falta una canción de Amaral. Y la variable droga que no falte. Nunca. Todo es mentira en esta vida. “¿La ingenuidad es lo único que nos queda para atacarlos?”. Mentiras y más mentiras. ¿Qué día no pasa a la Historia? Todos los putos días son importantes. La revolución de las birras calientes. Y todos haciendo el pavo en busca de la paz social, y a reciclar, y al ecologismo y a lo que nos metan con calzador. Somos la Ola pero vamos de maría orgánica hasta el hígado. A tirar la ropa, a hacer arte del grafiti ellos, ellas y elles. Con cerveza y sin ella. ¿De verdad que podemos vender humo sin daños colaterales? ¿De verdad no nos preguntamos si nos están utilizando? ¿Qué pasa con el gran apagón? ¿Quiénes son los malos? ¿Los ricos? ¿Los pobres? ¿La clase media? ¿Migraciones? ¿Naziestúpidos? ¿Los vagos? ¿Somos responsables de la mentira? Tópicos y abrazos, balas que se pierden en la noche, jodiendas con vistas a una historia que, como el Infierno, está lleno de buenas intenciones.
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