sábado, 22 de febrero de 2020
Fartblinda. Primera temporada.
Periodismo, honestidad, poder. Empieza Fartblinda mostrando lujo (¿puede tener alguien más relojes y camisas que Sergio Scariolo?) y una redacción de un periódico financiero en la que se plantean diversas cuestiones. La prensa siempre a o suyo, como debe ser. Preguntas, más preguntas. ¿Hay más genios aparte de Mozart? Salvo por el asunto del lenguaje específico de los especialistas en mercado, (casi) todo correcto. Cuando todo se va a la mierda, nunca se sabe si es mejor correr o aguantar. ¿Quién tiene la última palabra en todo? Una mujer, siempre una mujer. Viva Suecia. Los mercados siempre van en nuestra contra. Siempre. Llegué a Fartblinda por Mejino, y hace pensar. ¿Quién gobierna nuestros ahorros? ¿Qué tipos de personajes sin escrúpulos están al frente de los bancos? Infelicidad en mitad de la infidelidad (en todos los sentidos). Conflicto de intereses. ¿La tradición y el linaje son motivos de orgullo? ¿No era la tradición (siguiendo los principios de José Perona) una moda envejecida? Y como todo es mentira, todos llevan una doble vida. De ahí a la teoría de la conspiración, al ratismo bancario, a jugar a dos barajas, al pañuelo en el cuello, a hijos que hacen un Lama y se ríen de mendigos, a gente sin escrúpulos. Ya lo decía el clásico: "La gente guapa no tiene valores". Las sucesiones no son fáciles. Nunca. Y el chantaje a su enésima potencia. Todo mentira cuando te quieren hundir. De pozo en pozo y tiro porque me toca. Al final, aunque una pequeña parte de todo el pastel, algo se nota en las papilas gustativa. Cambiar, mejorar, ir directamente al Infierno. Bancarrota y respuestas inmediatas. Y cuando un barco se hunde, vemos el verdadero ADN de las ratas. ¿Responsables de la bancarrota de un banco? ¿Autoridades financieras cuestionando carteras sobrevaloradas? No hace falta ir a Suecia para ver como un banco se va a la mierda. Quiebra, quiebra, quiebra y con unos mandatarios con unos sueldazos increíbles. ¿Se necesita comer caviar todos los días? Pero las mentiras a la cara duelen más. Mucho más. Y el caos en todos los sentidos apocalípticos, que San Juan dejó para todos. Consecuencias que salpican en primera persona del singular. Pensamos en números pero hay personas que mueren, familias que pierden una y otra vez aunque sean ricos. Delitos contables, fraudes... España es caso aparte y estamos curados de esa epidemia. Tenemos anticuerpos, pero siguen pasando. En ciertas latitudes, todavía se sorprenden. Y en todas, el Principio de Peter presente. Siempre. ¿No hay que subestimar a los mediocres? ¿Seguro?
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