martes, 5 de enero de 2021

Dime quién soy. Primera temporada.

Las agonías largas, como bien escribía don Manuel Alcántara, son peligrosas (tanto o más que las vocaciones tardías, y se comprueba perfectamente en algunos curas). Pues eso le pasa a Dime quién soy. Una serie que empieza de manera eléctrica, atómica, pero que a partir de la mitad (y son 9 capítulos, que no es una temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca), por ese absurdo sinsentido de alargar el asunto, se diluye de forma errónea. Pero la idea de partida (no me he leído la novela de Julia Navarro), la de dar bandazos desde la Guerra Civil Española (viva el Frente Popular), pasando por el acercamiento al comunismo (vámonos a Argentina sin pisarme las alpargatas), cayendo en el descubrimiento del horror de ese mismo comunismo (no hacía falta ir a la URSS para ello) y viendo el oscurantismo fascista y el de la RDA y la caída del Muro de Berlín (mejor el de Deutschland 89, la verdad). De todo hay en Dime quién soy. Un poco de todo, de más a menos, de pasar de la Biblia a pastiche de negro de novela de media tarde. No todo puede ser perfecto en la vida, pero si hubiera estado en Tele 5 o en Antena 3 ni me hubiera preocupado de verla. O tal vez, en mitad de la pandemia, de la tercera ola (eso fue la RDA, otra tercera ola hasta tito Eric) quizás sí. Lástima de no meter el tijeretazo (ya que llevamos casi una década de recortes totales, hubiera estado bien aquí también) y dejarlo en cinco horitas más condensadas (sin Mario, por supuesto, dejemos descansar a Lola Herrera un ratito) y la época lazial incluso podía ser aún más corta. Por eso me da por leer a Borges y a Bioy Casares, que te lo resumen todo muy bien, y no hace falta ladrillear al personal con largas historias que juzgan todo (Dime quién soy es un juicio sumarísimo a todo, a lo que está bien y mal, a la peor izquierda de la historia y al más infame fascismo en sus distintas vertientes). Fiscales del mundo, dejad vuestros informes y no busquéis la yugular de Dime quién soy. O tal vez, sí. No lo sé, me deja ese amargo sabor a nada de lo que pudo ser y no ha sido.

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