viernes, 19 de marzo de 2021
Hierro. Segunda temporada.
Dice Díaz, el dueño de la platanera más cotizada (o tal vez, codiciada) de la isla de El Hierro que "de la vida no puedes esconderte". Y es verdad. Antes o después, te pilla, te alcanza. Y a tomar viento, o la ermita, o la lucha canaria o a construir apartamentos. Vivan los apartamentos. Siempre es bueno hacerte mayor y tomar algo a la salida de misa. O tal vez, no. Sigue la segunda temporada de Hierro con sus viajes y sus ferrys, sus barcos y su Guardia Civil. Y ahora mete lucha por la custodia de dos niñas con el tipo de Fartblinda (serie no lo suficientemente recomendada) y su exposa, el pasado de gente con pistolas y préstamos de dinero, y más paisajes y disparos y desmayos. Desaparecer, volver a entrar en escena, Miami y su pasado y unas vistas en el juzgado que parecen la embajada de Marruecos en mi tutoría de 1º de ESO: un sindios. Y, para variar, el factor enfermedad que se suma al factor familia y al factor herencia. Siempre factores jodiendo la marrana, siempre teléfonos jodiéndolo todo. ¿Ya no hay series sin llamadas telefónicas? ¿Hasta cuándo? No termina de ser redonda la segunda temporada de Hierro, pero ayuda a reflexionar un rato sobre aprovechar las oportunidades antes de que se vayan al limbo. O de viaje.
Coda: Y siempre es bueno recordar historias de alcaldes, de república y de todo lo demás.
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